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El poder de los hábitos

Nelson Contreras / 05/02/2019


Un hábito es una elección deliberada en un momento, que luego deja de elegirse conscientemente pero que sigue repitiéndose a menudo todos los días. La mayor parte de las decisiones que tomamos a diario pueden parecernos producto de una reflexión, pero no es así. Son hábitos.

Y estos tienen un profundo impacto en nuestra personalidad, salud, productividad, seguridad económica y felicidad.

En 2012 El poder de los hábitos de Charles Duhigg fue considerado el mejor libro del año por Financial Times, y pasó los tres siguientes años en la lista de los más vendidos de The New York Times. Basándose en cientos de estudios científicos, el autor desentraña los resortes que definen nuestras costumbres y nos presenta una guía práctica para dominarlas a voluntad.

El primer paso para cambiar los hábitos "malos" por los "buenos" es comprender cómo se forman: “Los hábitos surgen porque el cerebro siempre está buscando una forma de ahorrar esfuerzo. Si dejamos que utilice sus mecanismos, el cerebro intentará convertir casi toda rutina en un hábito, porque los hábitos le permiten descansar más a menudo. Este instinto de ahorrar energía es una gran ventaja. Un cerebro eficiente nos permite dejar de pensar constantemente en las conductas básicas, así que podemos dedicar nuestra energía mental a inventar desde arpones hasta aviones y videojuegos”.

La formación y consolidación de un hábito en el cerebro consta de tres pasos: “Primero está la señal, el detonante que informa a nuestro cerebro que puede poner el piloto automático y el hábito que ha de usar. Luego está la rutina, que puede ser física, mental o emocional. Por último está la recompensa, que ayuda a nuestro cerebro a decidir si vale la pena recordar en el futuro este bucle en particular”.

Afortunadamente, “los hábitos no son el destino. Se pueden ignorar, cambiar o sustituir. Pero la razón por la que el descubrimiento del bucle del hábito es tan importante es porque revela una verdad básica: cuando emerge un hábito, el cerebro deja de participar en la toma de decisiones. Cuando fragmentamos un hábito en sus componentes, podemos aprender a modificarlo”.


La regla de oro para cambiar los hábitos


El cerebro no diferencia entre hábitos "buenos" "malos". Es nuestra voluntad de aprovechar el mecanismo automático que nos lleva a crearlos lo que nos va a permitir eliminar aquellos que consideramos perjudiciales. Esta es la regla de oro: “si usamos la misma señal y proporcionamos la misma recompensa, podemos cambiar la rutina y cambiar el hábito. Casi todas las conductas se pueden transformar si la señal y la recompensa siguen siendo las mismas”.

Preguntarse qué es lo que desencadena una conducta habitual “es el primer paso de un proceso llamado entrenamiento de la inversión del hábito, que consiste en identificar las señales que provocan una rutina”. La puesta en práctica de esta técnica “pone de manifiesto uno de los principios fundamentales de los hábitos: con frecuencia, no acabamos de entender las ansias que controlan nuestras conductas hasta que nos dedicamos a observarlas”. Si identificás los detonantes y las recompensas, podés cambiar la rutina, pero para los hábitos más arraigados es necesario otro ingrediente: la convicción o voluntad de cambio.

Ahora, “algunos hábitos tienen el poder de iniciar una reacción en cadena, cambiando otros hábitos a medida que se instauran en la vida de una persona
o en una organización. Ciertos hábitos importan más que otros para rehacer los negocios y la vida. Ayudan a que florezcan otros hábitos creando nuevas estructuras y establecen sistemas de trabajo en los que el cambio se vuelve contagioso. Duhigg extiende su investigación sobre el impacto de los hábitos al ámbito de las organizaciones, y nos muestra ejemplos concretos de compañías que en EE.UU. adoptaron la idea de detectar y construir hábitos para reestructurar los centros de trabajo, el comportamiento del staff ante situaciones cotidianas y de crisis, etc.