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¿Está en riesgo el mercado laboral ante las nuevas tecnologías?

Club de Ejecutivos / 21/03/2019

Las principales innovaciones científicas y tecnológicas que marcarán el pulso mundial se están gestando ahora, en este momento. La llamada revolución industrial 4.0 empuja un cambio que ya empieza a afectar todos los ámbitos de la vida. Debemos darnos cuenta de que la tecnología no es el futuro, es el presente.

El hombre por naturaleza le teme al cambio. El cambio implica enfrentarse a lo desconocido, moverse en terreno inexplorado y hasta potencialmente peligroso. Pero sin cambio no hay evolución. Y mal que nos pese, el cambio es la única constante en el universo.

En los últimos años la transformación digital, la nanotecnología, la Inteligencia Artificial han suscitado un miedo derivado del desconocimiento del impacto que tendrán sobre la actividad humana. En países como el nuestro, las mi pymes se resisten a la digitalización a pesar de las ventajas comprobadas y los taxistas se amotinan contra iniciativas de la llamada economía compartida (que llegó para quedarse).

Estas reacciones son naturales.
Se sabe que las nuevas tecnologías aumentarán la productividad exponencialmente, pero el ser humano teme ser reemplazado por las máquinas.

Hace 5 años, un estudio de Oxford decía que el 47% de los trabajos de EE.UU. podrían ser realizados por softwares. Otro estudio de PwC afirma que para 2030 la Inteligencia Artificial podría poner en riesgo el 34% de los puestos de trabajo en España. Ante la posibilidad de una destrucción masiva de empleo, el mercado laboral tiembla. Rechazar las nuevas tecnologías en los puestos de trabajo no es algo nuevo, nos recuerda un artículo en www.paradiso-fp7.eu.

Los luditas, trabajadores textiles ingleses que protestaban por el uso de la tecnología en el siglo XIX, llegaron a manifestarse entrando en las fábricas y destruyendo parte de las máquinas textiles.

El trabajo no se destruye, se transforma

A pesar del miedo, no hay motivos para preocuparse (en escala macro al menos). La tecnología está reinventando el concepto de trabajo. Según la consultora Gartner: 1,8 millones de empleos serán destruidos, mientras otras 2,3 millones de nuevas oportunidades laborales serán creadas. Hay empleos que desaparecerán, es cierto, pero otros serán creados. Algunos de los cuales ni siquiera podemos imaginar ahora.
Eso sí, los que permanezcan exigirán nuevas competencias de los trabaja- dores. La creatividad, el ingenio y la empatía son atributos intrínsecos a los humanos y las profesiones que requieran de estas capacidades son las que sobre- vivirán frente a las más sistemáticas y automatizables, escribe Luis Pardo Céspedes en Thinking Heads. Y ejemplifica: En China, en 2016, Foxconn reemplazó a 60.000 trabajadores de su fábrica por robots, con el objetivo de que las personas realizaran labores de inspección, logística, verificación y gestión general de la maquinaria de producción. Las nuevas tecnologías dejarán el trabajo tedioso a las máquinas, permitiendo a las personas ocuparse de aquello que exija innovación, estrategia, reflexión e inteligencia emocional.

Esto plantea un nuevo reto, el de la educación. Porque el peligro potencial de la tecnología no solo se encuentra en su capacidad para destruir empleo, sino para destruirnos a nosotros mismos si cae en manos equivocadas.

El hombre no teme a la tecnología en sí. Teme al uso de la tecnología para fines mezquinos y egoístas. Como dijo el futurista Gerd Leonhard: La tecnología no tiene ética, pero la humanidad sí, y depende de ella. De ahí la necesidad de una nueva educación que se enfoque en desarrollar las competencias necesarias para este nuevo mercado laboral, y se ocupe de convertir niños en adultos íntegros, con la capacidad de autogestionar sus emociones, de conocerse a sí mismos y de ser aptos para asumir la gestión de las nuevas tecnologías con responsabilidad, justicia y acierto.