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Las empresas como actores de cambio

Dervish Editorial / 21/08/2018

¿Te detuviste a pensar alguna vez hasta qué punto tu día a día está marcado por la economía? Cada mañana, al levantarnos nuestra agenda está trazada. Desayunamos alimentos que compramos en el supermercado, llevamos a nuestros hijos a un colegio cuyo horario está sincronizado con el de nuestra jornada laboral, y lo hacemos en un auto que elegimos por marca, precio o conveniencia. Vestimos determinadas marcas. Vamos al gimnasio para compensar las 8 horas (o más) que permanecemos sentados en una silla de oficina. Ahorramos nuestro dinero en un banco para irnos de vacaciones, gracias a los servicios de empresas de viaje, turoperadores, compañías aéreas, hoteles, restaurantes. Dormimos en una cama que alguien fabricó y otro comercializó. E incluso, al final de nuestras vidas, los servicios de una empresa de sepelios hace menos difícil y más bonita la despedida a nuestros familiares.

Sí. La economía no solo rige a escala macro lo que sucede en el mundo. También traza nuestro estilo de vida, nuestra agenda diaria. Tanto si somos ejecutivos, dueños de una empresa pequeña, emprendedores seriales o funcionarios. No importa si vivimos en Paraguay, en Norteamérica, en África u Oceanía. La forma de vida de cada una de las personas de este hermoso planeta está condicionada hoy más que nunca por la economía.


Eso coloca a las empresas en una situación de mucha responsabilidad. Ya lo dijo Fernando Parra en 2007: “la empresa es seguramente la institución más decisiva de la sociedad moderna…”. Sabiendo el papel que juega la actividad económica de las empresas en la gestión y administración de nuestros recursos naturales, en el cuidado del medio ambiente (imprescindible para sobrevivir como especie) y hasta en el qué haremos y a qué hora de nuestras vidas, cada vez son más los empresarios que entienden sus organizaciones como actores de cambio. 

La sociedad, a gran escala, demanda un cambio en el modelo económico en pos de la sostenibilidad y de las personas. Y los inversores, según Neville Isdell, ex CEO de Coca-Cola “están comprendiendo que si las compañías se alejan de las sociedades en las que operan, si destruyen el ambiente, socavan sus recursos naturales preciosos, e ignoran los problemas sociales, también alejarán a sus clientes y, con el tiempo, fracasarán”. A fin de cuentas, el crecimiento infinito es insostenible. 

Por otra parte, algunas empresas se han hecho tan grandes y poderosas que es ingenuo pensar que pueden ser controladas desde fuera. El cambio ha de ser interno. Especialmente cuando su actividad condiciona la vida de tantas personas. 

Los negocios que se articulan sobre las bases del win to win son una tendencia creciente en el tejido empresarial de todo el mundo (incluido nuestro país). Son los que generan riqueza también para la comunidad, y entienden la importancia de crear lazos con el sector público y las organizaciones no gubernamentales para solucionar de manera conjunta problemas que les afectan directa o indirectamente.

El modelo socioeconómico del futuro se está gestando en el presente con iniciativas agrupadas bajo las nomenclaturas Sistema B, Empresas Sociales, Empresas de Economía de Comunión, Empresas de la Economía del Bien Común o incluso, empresas tradicionales, cuyos programas de RSE dejaron de convertirse en meras herramientas de marketing. Porque, como dijo el tío Ben: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.