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Carta del Presidente

Jaime Egüez

Presidente del Club de Ejecutivos

Los primeros tres años de gobierno del presidente Mario Abdo Benítez se han caracterizado por tres grandes crisis: política, económica y sanitaria. Desde su primer día en el Palacio de López, ha experimentado toda la potencia de fuego de los grandes conglomerados de medios, la intensa presión de su partido, la oposición y el funcionariado público que lo recibió con gran ansiedad por cobrar las promesas electorales. 

La crisis política fue de alto calibre, con pedidos de juicio político y ataques directos a sus ministros más representativos. En este escenario, sus adversarios demostraron poseer más y mejores habilidades comunicacionales, mientras que el señor presidente hizo gala (hasta el día de hoy) de la peor debilidad de su gobierno: la comunicación, el relacionamiento con el pueblo y la narrativa. Sin embargo, sigue en pie ya sea por el apoyo de los Estados Unidos, por un acuerdo de último momento de Horacio Cartes o por el mismo levantamiento del sector privado que se pronunció decididamente en favor de la institucionalidad, la estabilidad y la continuidad de los procesos democráticos. Si viviera Emiliano R. Fernández, escribiría músicas sobre los entretelones de estos momentos álgidos de la política paraguaya. 

La crisis económica del 2019 pudo y debió evitarse. Por la sencilla razón que la sequía infernal, las inundaciones y sus efectos posteriores fueron anunciados con suficiente anticipación, pero el actual presidente heredó un estado lento, pesado y corrupto que no tiene cintura para una tormenta y menos aún para lo que llamaron “la tormenta perfecta”. Además, su ministro de Hacienda estaba demasiado ocupado en una reforma tributaria y en cómo administrar un PGN, inflado por Congreso, que pedía a gritos recortar gastos superfluos o recaudar mejor. No tenía tiempo para ocuparse de la crisis económica y delegó la reactivación microeconómica en el Ministerio de Obras Públicas con voluminosas inversiones en puentes y carreteras que ayudaron a dejar en cerca de “cero” el crecimiento interanual pero que no han sido suficientes para aliviar al pequeño y mediano empresario que para diciembre de 2019 estaba sobre endeudado, con el negocio parado y muy malhumorado contra el gobierno. 

Apenas se veía venir un respiro económico, cuando se nos vino la peor crisis sanitaria de la historia reciente de la humanidad. Esta crisis se devoró gabinetes enteros en otros países, incluyendo presidentes, pero en Paraguay algunos se tatuaron el brazo con el rostro del ministro de Salud y nuestro presidente brilló por acertadas y tempranas medidas que retrazaron un año el pico de la pandemia. Demostró que aprendió de la crisis anterior y con un aislamiento tibetano, sumado a los créditos obtenidos, mantuvo a raya al virus hasta que tuvieron que llegar las benditas vacunas del sistema Covax para tomar la posta, pero nunca llegaron. Lo que nuestra diplomacia no logró con la OMS, de alguna manera se equiparó con la solidaridad internacional que cuatro meses y diez mil muertos después, nos sacó del colapso con invaluables donaciones de vacunas. Hoy sumamos más de quince mil muertos por Covid y sus secuelas, pero ya vemos luz al final del túnel. 

Tres años que para Mario Abdo Benítez debieron ser muy pero muy largos, pero no tanto como lo es para el ciudadano del campo o de la ciudad, el pequeño o gran empresario, el empleado público o privado, ganadero o agricultor que pelea y rema en bloque cada día y durante todo este gobierno se ha enfrentado a los peores escenarios vividos por nuestro país en los últimos sesenta años.

Este gobierno ha sobrevivido al menos a tres intentos de juicio político, bajo el ataque mediático más violento en la era democrática, sobrevivió a la “tormenta perfecta” y hasta el momento, a una pandemia devastadora. Todo eso lo hizo con no más de cuatro ministros que gozan de credibilidad y buena gestión, abundante solidaridad local e internacional, bonos soberanos y una cintura política que luego le permitirá dar clases de milonga. 

Pero también podemos retener lo mejor de todo este tiempo, como una reforma tributaria consumada, la capacidad de sostener la estabilidad política e institucional, los niveles récord en inversión pública, la salud macroeconómica, la pobreza extrema que fue contenida con programas como Pytyvõ, las reformas impulsadas en Compras Públicas y el Servicio Civil, o la gestión de profesionales de gestión pública en el Ministerio de Hacienda, en el Banco Central, en el Ministerio de Obras Públicas y en el MIC que permitió sostener un índice de actividad económica que hoy nos permite proyectar un futuro muy esperanzador. 

Un gobernante es calificado básicamente por su capacidad de decidir y gobernar las consecuencias de sus decisiones. A Mario Abdo Benítez se lo cuestiona duramente por su falta de decisión, de rumbo, de comunicación y de liderazgo. Pero no podemos negar que ha mantenido bajo control el gobierno de la cosa pública y si hoy está en pie, mérito hay. Si el actual gobierno es capaz de capitalizar el aprendizaje de sus primeros tres años en el poder no me cabe duda de que podrán lidiar con lo que se viene, siempre y cuando, la corrupción interna y el pase de favores no lo devore antes. 

¿Y qué es lo que se viene? No es necesario ser un genio para anticipar que antes de terminar el duelo por más de quince mil almas que partieron del Paraguay a la eternidad, vendrán los vencimientos de los bonos, el Fogapy y las renovaciones de las renovaciones de los intereses sobre intereses. Si no hay almuerzo gratis, mucho menos habrá pandemia gratis. 

En lo económico se viene el pago de las deudas contraídas con un déficit fiscal imponente y poco saldo para nuevos bonos, en lo educativo tendremos que lidiar con el pozo de casi dos años de educación tambaleante, en lo mediático seguiremos con el tiroteo entre grupos de poder, en lo político, mientras la oposición de derecha se divide más y más, la oposición de izquierda aprendió a consolidar fuerzas. Une a camioneros, indígenas, docentes en un boicot al Estado, al Gobierno, al productor y a todos los ciudadanos. Además, lo hace abiertamente desde sus curules en el congreso y con la flacidez de la fuerza pública que todo lo permite. En materia de seguridad, el narco terrorismo es un hecho que debemos enfrentar con la misma seriedad de la pandemia. 

Ante todo esto sólo nos queda ser muy criteriosos con lo que nos permitimos ver, pensar y hacer. Estamos en tiempos de escaso margen de error, alta volatilidad y podemos perder lo poco que aún conservamos. Si nos concentramos en trabajar, producir, vender, cobrar y pagar no habrá tiempo para memes ni infamias; no habrá espacio para manipuladores ni aventajados del poder. Pero para eso, nuestro gobierno debe garantizar el funcionamiento de las instituciones, el ejercicio íntegro y ecuánime de la autoridad que le fue prestada por cinco años y usar sabiamente los músculos adquiridos en estos años muy duros. Todo lo bueno que vimos nos da esperanza de que podremos lidiar con lo que se viene. Todo lo malo que vimos nos dice que si macaneamos, esto puede ser peor. 

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