Por Jaime Egüez, Director del Club de Ejecutivos.
Conviene identificar el factor más relevante que nos permita mejorar nuestro país en el menor tiempo posible. Entre todas las opciones, sería conseguir que un número creciente de paraguayos entendamos y pongamos en ejercicio la capacidad de “respetar y cumplir las normas colectivas”. Pues da la sensación de que en los últimos 30 años, una gran cantidad de personas confunden dos dimensiones. La primera, considerar que lo correcto para la comunidad, incluyendo las leyes, es lo correcto para mi persona. Y, la segunda, poner adelante mi necesidad por sobre el requerimiento de la sociedad. Esta confusión permanente provoca múltiples violaciones a las normas de la Civilización.
Por consiguiente, da la sensación de que debemos elegir entre vivir en la selva, donde la única ley valida es del más poderoso, o vivir en una República, donde el respeto al marco general de normas y convicciones no permite que ninguno abuse de un tercero. El trayecto de esta evolución es largo, pero debemos seguirlo con convicción y firmeza en el Paraguay, porque de lo contrario no avanzaremos hacia las condiciones de una comunidad más sustentable y digna.
Sin duda, pongamos la mirada en la prioridad de construir una sociedad donde sea posible vivir bajo el amparo de la ley, del respeto mutuo y de una libertad a escala de la dignidad humana.
Esto indica que nosotros somos los que vamos a sembrar para que nuestra sociedad crea y asuma las formas de existencia acordes con los valores del mundo contemporáneo. Si decidimos que la justicia ha de reinar en el país, siempre vamos a preferir que el Derecho y la Ética dirijan las acciones del Gobierno, del Estado como institución orgánica al servicio de la República. Y de la misma manera, que las leyes sean legítimas y siempre respondan al intereses general. Asimismo, que entre todos los ciudadanos de la sociedad civil no existan privilegiados y menos aquellos que puedan ampararse en la fuerza o en la impunidad.
Un país hoy sustentable no lo es solamente por su crecimiento, sino porque es posible su evolución hacia un desarrollo humano. Eso quiere decir que al tiempo de promover su competitividad en todos los ámbitos de la producción y de la economía, también se esfuerza por lograr la sostenibilidad del crecimiento de su capital humano. He ahí la importancia de la educación, sobre todo de su calidad. Y porque además ha de contribuir para que una sociedad como la nuestra dé un salto hacia la Era del Conocimiento y de la Innovación.
Hagamos pues el esfuerzo, entonces, para que el foco esté centrado en la justicia, en la convivencia basada en la legalidad y en la ética. Y así pueda alumbrar un 2020 para adentrarnos en el camino que elude la selva y nos lleva hacia la civilización. La que convierte más amigable y respetable la vida entre nosotros y entre todos.
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