Por Luigi Picollo, Vicepresidente del Club de Ejecutivos.
“Si el Estado quiere gastar más, solo lo puede hacer pidiendo prestado de tus ahorros o cobrándote más impuestos. No es bueno pensar que algún día vendrá otro a pagar. Ese otro eres tú. No existe tal cosa como el dinero público. Solo existe el dinero de los contribuyentes”. Esto lo dijo Margareth Tatcher hace décadas y sigue siendo tan verdadero.
El Estado paraguayo no tiene ahorros, lo que tiene es capacidad de endeudamiento. Es por eso que los gastos del Covid 19 se pagaron con bonos, no con dinero en caja. Ahora se viene el plan de recuperación económica, que no es nada diferente a más endeudamiento. Entonces, este endeudamiento lo vamos a pagar todos con un considerable aumento de nuestros impuestos ya en el corto plazo. Este hecho es tan inevitable como lo es la ley de la gravedad. Nadie quiere hablar del tema porque no hay capital político suficiente para gestionarlo. Convenientemente toda la discusión se centra en lo inmediato al ámbito de la salud, porque si levantásemos la vista al horizonte económico de más largo plazo, la dura consecuencia es obvia.
Con una presión tributaria actual del 9,9% y una deuda/PIB superando el 30%, es innegable que el tamaño del Estado es muy reducido para la dimensión de su deuda actual. La ecuación solo empeora cuando proyectamos esos porcentajes considerando futuros desembolsos de “contratos” ya firmados previo al coronavirus. Mientras estos “contratos” en ejecución son legítimamente para crear desarrollo, empleo e infraestructura, por lo que producirán riqueza futura para pagar la deuda futura, la gran mayoría de los recientes gastos del Covid fueron para gastos corrientes y subsudios, lo que no generará ningún tipo de valor económico para el futuro. O sea, aumentamos nuestra deuda sin destinar esos recursos en construir capacidades adicionales que ayuden a pagar esa mayor deuda.
Si vamos a tener que gastar dinero prestado --con plata que no tenemos-- para otras cosas que no se convertirán en “bienes públicos” como las solidas obras de infraestructura, que al menos ¡se compren productos y servicios de origen nacional! El raciocinio moral es: si el Estado me endeudará a mí como paraguayo, que al menos me compre lo que yo paraguayo produzco con mis manos, con mi tiempo, y que así indirectamente fortalezca mi empleo, mi empresa y mi país. Que el dinero quede en el Paraguay, y no vaya al extranjero. Posiblemente el producto nacional será un poco más caro, pero con la ayuda de un gran comprador como lo es el Gobierno, el mayor volumen ayudará a bajar los costos de producción, promoverá eficiencias, permitirá amortizar inversiones en maquinarias y sistemas, cuyos beneficios quedarán después del Covid. Fortalecerá la industria nacional al servicio de la sociedad. Pero si le compramos al extranjero, ese valor irá al extranjero.
Por ejemplo, según lo explicado por la “Comisión Especial de Supervisión y Control de Compras”, el Ministerio de Salud dice que necesita comprar urgentemente 400,000 overoles médicos. Supuestamente la industria nacional en ese plazo solo le puede entregar 100,000. Entonces decidieron comprar los 400,000 en el exterior. Si el Estado tiene 300,000 funcionarios en total, ¿qué tan “urgente” pueden ser 400,000 prendas? Una solución patriótica hubiera sido hacer un plan de entrega con la industria nacional donde se compra la totalidad, se entrega todo lo que se dispone en la brevedad, y se pactan entregas parciales hasta cumplir el total. Una acción como esta efectivamente promoverá el empleo, la mejora de la infraestructura técnica de la industria nacional, la competitividad y la eficiencia de ese sector.
Ya que seremos nosotros --naturalmente los paraguayos-- quiénes pagaremos el gran aumento de impuestos que se nos viene encima, que al menos los recursos provenientes de esa deuda se usen para comprar lo que podemos producir localmente. ¡Eso es ser patriótico y justo!
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