Por Gabriela R. Teasdale, socia del Club de Ejecutivos.
La semana que pasó nos golpeó con una noticia muy triste que nos dejó consternados, no solo en nuestros roles de madres y padres, sino de ciudadanos de un mundo que parece cada vez más confuso y aterrador.
Un joven de apenas 18 años ingresó armado a una escuela de una pequeña y tranquila ciudad de Texas disparando a mansalva, matando a 19 niños y dos profesoras antes de ser abatido por la policía. Las imágenes y los testimonios de este horrible episodio fueron tremendas, al igual que la reacción de una sociedad estadounidense polarizada que sigue debatiendo sobre la regulación de las armas. Cuando esto ocurrió, todavía seguíamos estremecidos por un caso de abuso que tomó estado público en una institución educativa de nuestro país.
Lo lamentable de estos sucesos, cuyos detalles se dispersan con velocidad gracias a las nuevas tecnologías, no solo son los antecedentes igual de trágicos, sino el ejemplo que muestran a las nuevas generaciones. ¿Cómo explicar a nuestros niños tanta vulnerabilidad? ¿Cómo hacer que se sientan seguros en un entorno violento?
El Papa Francisco reaccionó al tiroteo de Texas al final de su audiencia semanal del miércoles. "Con el corazón destrozado (...) rezo por los niños y adultos que fueron asesinados y por sus familias", dijo a la multitud. "Es hora de decir: '¡Basta!' al tráfico indiscriminado de armas", demandó. "Trabajemos todos para que estas tragedias no vuelvan a ocurrir". El arzobispo de San Antonio, Gustavo García-Siller, dijo por su parte que el acto de violencia ocurrido era una carga “demasiado grande para soportar”. "La palabra tragedia no alcanza para describir lo ocurrido. Estas masacres no pueden considerarse ‘la nueva normalidad’”.
Desde luego que nuestros líderes deben trabajar para que vivamos en un ambiente sano y seguro, porque la seguridad es uno de los pilares de la democracia. Pero también es cierto que la responsabilidad de tener una sociedad en la que podamos sentirnos tranquilos de llevar a nuestros hijos a la escuela, de transitar por las calles, de dejar nuestros hogares sin miedo, es de todos.
Debemos trabajar en los valores de las personas para que puedan distinguir dónde está el bien y dónde está el mal, para que conozcan las consecuencias de sus actos, para que actúen con la debida conciencia de que están construyendo el futuro. Debemos dar esa seguridad que necesitan nuestros niños desde nuestros hogares, educarlos desde el vamos. Sabemos que el sistema educativo tiene muchas carencias, pero creo que un paso significativo sería entregarles a nuestros hijos, no como si fueran una hoja en blanco que tienen que rellenar, sino como un manuscrito lleno de buenas historias que puedan enriquecer con más y mejor conocimiento.
Si sos mamá, papá, tío, tía, abuelo, abuela o si tenés un menor a cargo... ¿Te sentaste a conversar sobre las cosas que están pasando para abordarlas desde una perspectiva más positiva? Creo que darles a nuestros niños la esperanza de que tengan el poder para cambiar el futuro es una tarea fundamental. Si queremos empezar a transformar todo lo que está mal en este mundo, es mejor que empecemos por ahí.
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