Por Matías Ordeix, socio del Club de Ejecutivos.
Muchas naciones han surgido luego de golpes fuertes, tras una guerra o posterior a una gran debacle. Las situaciones extremas agudizan la necesidad de supervivencia, potencian el instinto humano de resurgir y levantarse.
Paraguay, así como en todo el mundo, ha tenido un golpe muy duro. Pero el mismo, a diferencia de muchos otros países no ha sido realmente sanitario, sino extremadamente duro en lo económico. Esto también nos ha ayudado como paraguayos a reflexionar y repensar nuestra existencia como ciudadanos, ver que debemos corregir en nuestra sociedad. Y la pregunta que hoy está en la mayoría de nosotros es: ¿podremos ganarle la guerra a la corrupción, o estamos para siempre condenados? Mi pensar optimista no me permite considerar que la batalla está perdida, sino al revés, que este puede ser el momento ideal para el puntapié inicial hacia una nueva normalidad más transparente.
La normalidad como definición es la cualidad o condición de normal que se ajusta a las normas…, que se ajusta a valores medios. Y la normalidad de un comportamiento está vinculada a la conducta de un sujeto que no muestra diferencias significativas respecto a la conducta del resto de su comunidad. Y hagamos un ejercicio práctico, ejemplifiquemos, ¿es lo normal, que los políticos sean honestos o corruptos? Penosamente me sumo a la segunda opción, porque si tan solo observamos nuestro Parlamento, creo los honestos siguen siendo la excepción a “lo normal”.
Pero la sociedad esta cansada, agotada y pide a gritos una “nueva normalidad” de parte de nuestros políticos. Es increíblemente sencillo lo que pedimos, simplemente “que hagan bien su trabajo”. Ni siquiera pedimos excelencia, ni cum laude ni felicitado, solo un “hace bien tu trabajo y no robes chamigo” ¿Tan difícil es? Pero ojo, que también abundan delincuentes disfrazados de “empresarios”, que siguen viviendo de la teta del Estado, sobrefacturando, mintiendo y amañando licitaciones. Muchas veces el pueblo también cree que casi todos los “empresarios” son así, Sin embargo, ahí no estoy para nada de acuerdo. Somos muchos más los que trabajamos honestamente, pagando cada centavo de impuesto y construyendo empresas con valores.
Y parte de la sociedad también es responsable y cómplice, no solo sigue votando a los mismos delincuentes de siempre, y venden su voto por asados y unos kits de alimentos o promesas varias. Debemos entender que comprar de la “calle” es comprar contrabando, que “pagarle la multa” en efectivo a un policía de tránsito es coima o que darle “un cincuenta mil” al de la Muni para acelerar el trámite también es corrupción.
La nueva normalidad debe venir para todos, debe ser impulsada por todos. La transparencia que Paraguay debe encarar ha de ser en todos los frentes en conjunto. Desde el Gobierno con señales claras, los poderes del Estado, los empresarios y la ciudadanía en general. La corrupción ha condenado a Paraguay sistemáticamente, no dejemos que siga avanzando, hagamos nuestra parte. Esta guerra la ganaremos fuertes y unidos como nunca.
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