El baile de siameses


Publicado en: Última Hora
Publicado el: 01-04-19
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Por Antonio Espinoza, socio del Club de Ejecutivos.

En la medida que se acerca la fecha para acordar con el Brasil las modificaciones al Anexo C y artículos concordantes del Tratado de Itaipú, arrecian las opiniones, las recomendaciones y las críticas al proceso. Todo hace recordar los prolegómenos de una participación en una Copa Mundial de fútbol. Se seleccionan jugadores, se contratan técnicos extranjeros, se proponen nombres para capitán de la selección, y desde luego no faltan virulentos reproches a las decisiones de dirigentes anteriores con toda la perspicacia de la visión retrospectiva.

Ante esta creciente efervescencia bullanguera, es conveniente tomar distancia del proceso, y visualizar con mayor claridad el bosque, con menos distracción de los árboles próximos.

Estas negociaciones no son como un partido de fútbol, del cual uno sale ganador y el otro perdedor. Un buen acuerdo será bueno para ambas partes; asimismo, un mal acuerdo será también malo para ambos países. Todos ganamos, o todos perdemos. No estamos negociando contra Brasil, sino con Brasil. Brasil es nuestro socio empresarial en el aprovechamiento de un fabuloso regalo de la naturaleza, que nos ha permitido encarar nuestro desarrollo sin sobresaltos durante los últimos 50 años. Es difícil imaginar lo distinto que hubiera sido nuestra situación hoy si no hubiéramos tenido la seguridad energética que nos ha brindado Itaipú.

También, reconozcamos que, en lo fundamental, Paraguay y Brasil tenemos exactamente los mismos objetivos. Buscamos un acuerdo que fomente el desarrollo de nuestros países, que siendo razonable para las partes tenga previsibilidad y sostenibilidad en el tiempo para la realización de inversiones a largo plazo, que asegure la óptima conservación y mantenimiento de la infraestructura de la hidroeléctrica y que garantice la gestión prudente y profesional de la cota del embalse.

Ambos socios tenemos interés en reducir el costo de producción de la energía. Aparte de los costos esenciales, tales como los servicios técnicos de ingeniería, los gastos básicos de administración y la constitución de reservas, es el momento de revisar todo lo superfluo, incluyendo las  actuales dimensiones de la costosa burocracia de la entidad y la duplicación de muchos cargos generosamente remunerados. Los gastos superfluos forman parte del costo de la energía y constituyen un gravamen disimulado pagado por los usuarios, paraguayos y brasileros.

Dicho todo esto, es también realidad que existen importantes asimetrías entre las situaciones actuales de los socios que deben ser contempladas. Pasará algún tiempo antes que podamos absorber la totalidad de nuestra cuota parte de la energía. También es un desafío la gestión de nuestra curva de consumo, que con sus picos y valles conspira contra la eficiente utilización de energía hidroeléctrica.

El Brasil deberá comprender que la adecuada atención a estos aspectos facilitará las armónicas relaciones entre los socios en el mediano plazo. Una empresa en la cual hay rencores y resentimientos entre los socios no genera confianza, y anula cualquier ventaja circunstancial que uno haya logrado a expensas del otro.

Al pagarse la última cuota de los préstamos, tendremos libre de deuda un activo cuyo valor actual utilizando las premisas más conservadoras ronda los 60 mil millones de dólares, del cual nos pertenece la mitad. Convirtamos este tesoro en el motor del desarrollo de nuestro país, y modelo de convivencia con nuestros vecinos.

El partido de fútbol es una metáfora equivocada. Más bien, es un baile de inseparables gemelos siameses que comparten un órgano vital llamado Itaipú. Si no bailan la misma música, que no debe ser ni polca ni samba, al mismo compás, con los mismos pasos, los resultados serán de lamentar.


Artículo publicado en el diario Última Hora el 01-04-2019

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