Por Laura Ramos, socia del Club de Ejecutivos.
La mayoría de las personas probablemente no ven de forma directa el perjuicio que provoca el contrabando en la estructura formal del país. No solo provoca daños materiales en cuanto a la recaudación, tanto para el sector público como para el privado, sino el verdadero problema de fondo es que permea en el inconsciente de toda la ciudadanía.
El hecho que ya sea parte de nuestra normalidad, y conviva con nosotros tan arraigadamente, es la manera que tiene este mal de oxidar y corromper la capacidad de asombro o de reacción de toda la comunidad. Ese efecto de adormecimiento y de convivencia hace que poco o nada de reacción tenga el ciudadano común ante un hecho, el cual ya está habituado a formar parte de su paisaje.
Las malas costumbres arraigadas tienen a su mejor aliado que es la falta de asombro de la ciudadanía, o la apatía ante la situación diaria repetida de las cosas mal hechas. La pregunta sería ¿Qué debe pasar ante esta situación para hacer una disrupción ante semejante veneno? Esta disrupción debe ser tal que realmente ponga sobre la palestra como este fenómeno nos termina afectando a todos.
Es iluso creer que el contrabando solo toca el bolsillo de unos pocos empresarios que se dedican a la importación formal, la cual se ve terriblemente aminorada. Pues también llega hasta el último niño rural, el que no tendrá acceso a una infraestructura adecuada en su comunidad ya que no se recaudaron los impuestos necesarios. El contrabando afecta en una rueda a todos, puesto que cada negocio está relacionado con otro, ya sea su proveedor o su cliente esa rueda sigue girando y cada vez con menos recaudación para cada uno de ellos dentro del sector formal.
Pero, a su vez, quienes son parte de la rueda del contrabando también se ven perjudicados. En efecto, al no estar dentro de la formalidad no tienen seguro de salud, no tienen estabilidad laboral, no pueden ingresar su recaudación al sistema formal bancario y se ven limitados de muchas maneras a poder crecer genuinamente con el fruto de su esfuerzo, como por ejemplo, las personas que se dedican a pasar la mercadería ilegalmente por el río. Si esas personas se empeñaran en dedicar su mismo esfuerzo en el sector formal, probablemente no estarían en vilo viviendo el día a día sin poder proyectar un futuro mejor para sus familias.
Es responsabilidad de todos poder generar una disrupción lo suficientemente fuerte para acabar con este flagelo que nos va ganando el partido por goleada. Definitivamente tiene que ser una alianza público privada, pero a tener en cuenta de no poner en el equipo a personas con intereses encontrados, ya que solo se embarrará la cancha.
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