Gabriela Rojas Teasdale, Socia del Club de Ejecutivos.
Parte de mi trabajo como coach es asesorar a padres cuyos hijos enfrentan situaciones complejas. Estos padres a menudo se preguntan: ¿qué hice mal en el momento de educar a mis hijos? Y no hay una respuesta lineal a esa pregunta porque existen miles de variables que van definiendo el camino de nuestros niños. Tampoco hay un manual para ser padres, pero si hay un principio de oro: la influencia de los padres en la vida de los hijos es extraordinaria e inevitable. Así como el parecido físico que uno pueda tener con uno u otro, el carácter también se va formando de acuerdo con lo que el chico escucha, habla, ve y hace dentro de la casa. Hay ciertos patrones que sin darnos cuenta se repiten. Los padres somos el espejo donde los chicos se ven. Si algo anda mal con ellos significa que algo anda mal con los adultos. Por lo tanto debemos estar constantemente reflexionando sobre los mensajes que damos, sobre nuestras reacciones y actitudes.
El coach ejecutivo Marshall Goldsmith me enseñó una pregunta con mucho poder, aunque muy simple: ¿qué tengo que mejorar como esposa/o, hijo/a, mamá/papá? Es una sola pregunta que puede sacar a luz un montón de historias. Esa manchita que muchas veces no somos capaces de identificar y que de a poco va ensuciando lo más preciado que tenemos. Preguntar este tipo de cosas es muy bueno, porque le da espacio al otro para decirte lo que ve y siente dentro del respeto y no de la crítica. Esta bueno que exista confianza y ganas de crecer juntos en una relación (ya sea de pareja o de madre/padre/hijo/hija) para que todos puedan dialogar sobre lo que cada uno puede mejorar.
Me gustaría compartir algunos principios que ayudarían a la hora de plantearnos un mejor relacionamiento con nuestros hijos:
¿Tenes tiempo suficiente para tus hijos? ¿Cómo le demostrás a tu hijo que es importante para vos? Seguro que hay muchos sacrificios que haces como alimentarlos, educarlos y darles un hogar adecuado. Pero esto podría ser estéril si no le das algo aún más valioso: un poco de tu tiempo. Los chicos realmente se percatan si un padre deja de lado su trabajo, sus amigos o sus pasatiempos por estar con ellos. Eso forma un vínculo muy fuerte que sobrevive incluso a las épocas más difíciles del relacionamiento.
Escucharlos sin ser crítico. Si tus hijos piensan que sos temperamental y crítico, probablemente no tengan la confianza suficiente para entablar una comunicación profunda contigo. Habrá que escucharlos con calma y demostrar interés.
Los chicos crecen con autoestima cuando son reconocidos y apreciados, cuando les demostrás que lo que dicen y hacen tiene valor. Si como padre buscas oportunidades para elogiarlos, eso los va a ayudar a ganar más confianza y los va a motivar a no renunciar y tratar de hacer lo correcto.
La forma en que conduzcas tus relaciones será crucial. Si tu hijo ve que respetas a los demás (a tu esposo/a, hermanos, a tus otros familiares), ese comportamiento le servirá de ejemplo. El respeto y la tolerancia se aprenden en casa.
En uno de mis entrenamientos con jóvenes, les pedí que escriban sobre sus súper héroes y sobre la razón por la cual sentían admiración hacia ellos. Uno de los escritos que recibí me conmovió hasta las lágrimas. Decía lo siguiente:
“Mamá y papá se equivocaron muchas veces, se lastimaron, pero con responsabilidad asumieron lo que no estuvo bien y me enseñaron lo que es la compasión y el perdón. También me enseñaron que el tiempo más importante era cuando estaban a mi lado, trabajaban duro pero siempre fui prioridad para ellos. Papá y mamá me enseñaron a ser agradecidos por todo, pero en especial, por tener la oportunidad de compartir la vida. Me enseñaron a creer en mí, todos los días me decían lo valioso que era. Papá y mamá me enseñaron que un abrazo y un te quiero se dan en todo momento porque el tiempo es limitado y no podemos vestirnos de orgullo y miedos absurdos. Ellos me enseñaron a reír, cantar, bailar porque lo hacíamos en casa. Me enseñaron a escuchar, cada vez que me sentía desaminado se sentaban a mi lado sin decir nada, esperando mis palabras. Me enseñaron a ponerme en el lugar del otro y a ser paciente cuando los veía ayudando a mi hermano con capacidades especiales. Papá y mamá me enseñaron de qué se trata el amor incondicional, ellos son mis súper héroes…mi mejor ejemplo”.
La mayoría aspiramos a ser buenos padres, padres que tienen como prioridad entregar al mundo hijos que aporten y construyan un lugar mejor. Entonces observemos ¿cómo estamos por casa? ¿Qué tenemos que mejorar? ¿Son nuestros hijos la mejor versión de nosotros mismos? Porque como dijo el Papa Juan Pablo II, en la medida en que va la familia, así va la nación y así va todo el mundo en el que vivimos.
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