Por Laura Ramos, socia del Club de Ejecutivos del Paraguay
El contrabando parece ser el tema en boca de todos en los últimos tiempos. Esto se da porque como es ya sabido, cuando uno de nuestros vecinos se encuentra con una economía deprimida, inmediatamente lo sufrimos desde acá con el ingreso masivo de productos, ya sean de consumo o de higiene en su mayoría. Estos productos, al tener un tipo de cambio favorable para el importador informal, quedan en una ventaja tan favorable que el riesgo de traer mercadería de manera irregular es aún así interesante.
Por otro lado, tenemos a los grandes afectados en nuestro país, donde esta informalidad está casi como que aceptada y forma parte de nuestra rutina diaria el verlos vender mercadería en las veredas de nuestra ciudad capital inclusive. Está demás decir que es un sin sentido que en las propias narices de los ministerios públicos podemos encontrar una venta informal de productos, donde no cumplen con los mínimos requisitos de higiene, trazabilidad, ni siquiera de registros necesarios para poder realizar dicha actividad económica. Este simple hecho es tan fuerte que habla más fuerte y claro que los discursos políticos, restando autoridad a cualquier órgano del Estado que quiera imponer respeto.
Ante toda esta situación en la que uno los ve en plena calle, por años y años en exactamente en las mismas esquinas, sin ser interrumpidos por nadie. Por otro lado, al mismo tiempo los comerciantes formales tienen constantemente más requisitos, más tasas, más impuestos, haciendo que la brecha entre el informal y el formal se haga aún mayor. ¿Cómo pensamos que este flagelo del comercio va a mermar si cada vez tienen más incentivos para no hacerlo?
Debemos, como sociedad civil en conjunto, y con las fuerzas públicas, erradicar la naturalización de la venta informal de productos en la calle. Los jóvenes de hoy no deberían incorporar en su cultura cotidiana el hecho de ver este fenómeno como algo ya dado en su entorno, sino muy por el contrario que sea una rareza. Desde el momento que no formen parte de nuestra cotidianidad, podremos ir sacando de nuestra cultura que está tácitamente permitido. Con este cambio necesario se dará mayor fortaleza a las instituciones públicas y mejor credibilidad en el momento de hacer planes de lucha frontal contra el contrabando.
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