La anulación de los moderados


Publicado en: Última Hora
Publicado el: 29-12-20
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Por Yan Speranza, past-president del Club de Ejecutivos.

Escuché recientemente la frase del título de este artículo en una reflexión sobre el fenómeno mundial de las polarizaciones políticas y de todo tipo, que dificultan enormemente la posibilidad de necesarios consensos.

Me parece pertinente esta reflexión, pues nuestro país no escapa de esta situación donde en varios temas importantes se generan también posiciones antagónicas en los extremos de las ideas que se defienden, impidiendo la posibilidad de poder encontrar espacios de coincidencia.

Surgen con mucha facilidad ciertos patrones de comportamiento como la búsqueda de la descalificación personal a cualquiera que pueda expresar una opinión diferente. Aún más, aparecen variadas “teorías conspiraticias” sobre los temas en discusión para despertar el miedo o la animadversión hacia el bando contrario, y el tono del discurso se vuelve cada vez más violento.

En esa dinámica perversa, los hechos, datos, evidencias --si acaso existen-- se vuelven irrelevantes y se propagan profusamente las famosas “fake news” o noticias falsas. Que importante es recordar siempre la frase del senador americano Moynihan: todos tenemos derecho a tener nuestras propias opiniones, pero no nuestros propios hechos”.

Las redes sociales son el instrumento preferido para difundir y profundizar las polarizaciones. En las redes, no hay suficiente espacio para intentar matizar las ideas, generar explicaciones, mostrar evidencias, navegar en los espacios grises. Todo debe ser corto, blanco o negro, lo cual anima al extremismo y la radicalidad para expresar lo que se quiere y de esa manera se potencia también la máxima circulación del mensaje.

Muchas personas que podrían contribuir significativamente a enriquecer determinados debates no quieren verse involucrados en espacios de extrema polarización, y de ahí deviene esta lógica de anulación de los moderados.

Ser moderado no significa rehuir la confrontación de ideas, que es algo absolutamente legítimo en una sociedad libre. Se refiere a la capacidad de aceptar la existencia de otras ideas que pueden ser diferentes pero que también pueden existir espacios de encuentros, de enriquecimiento mutuo de ideas y, en definitiva, de una nueva propuesta que nos permita avanzar en algo en concreto.

Hemos visto estos patrones de comportamiento que conducen a las polarizaciones en varios temas de mucha importancia para nuestro país: el Plan Nacional de la Niñez y Adolescencia, el acuerdo de Escazu, la renegociación del anexo C del Tratado de Itaipú, solo por nombrar algunos en donde vemos con claridad las posiciones extremas de ambos lados, que complican muchísimo la posibilidad de analizar y debatir incluyendo a los moderados.

En la manera en como se presentan estos temas, si alguien quiere plantear algo, pareciera que primero debe definirse si está en el grupo de los “progresistas” o “retrogrados”; “patriotas” o “traidores a la patria”.

En principio, todos buscamos el desarrollo, pero tenemos ideas diferentes para encarar esa elusiva búsqueda en un entorno de complejidad creciente.

Esto nos obliga a todos, y particularmente a los tomadores de decisión y aquellos que influyen en la opinión pública, a volvernos más rigurosos con los datos, con las evidencias, más escucha activa y lectura fina sobre lo que vamos a debatir, buscando profundizar más en los temas. Debemos evitar quedarnos en la superficie y entrar con tanta facilidad en la anulación del otro como estrategia de defensa de nuestras ideas.

Por sobre todo, debemos aplicar con mucha fuerza ese viejo axioma de la negociación: “firme con las ideas, pero suave con las personas”

Al terminar este año tan complicado, miremos al que viene desde una óptica de recuperación y crecimiento inclusivo, para lo cual vamos a necesitar de la mayor cantidad de personas con las mejores ideas posibles, que logren encontrase en algún lugar del centro.

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