Por Gabriela Teasdale, socia del Club de Ejecutivos.
En nuestras lecciones sobre liderazgo, a menudo hablamos sobre la visión que debe tener un líder. Pero cuando enfrentamos tiempos desafiantes, en los que parece que todo tambalea a nuestro alrededor, es importante tener en cuenta otro concepto: el de contención.
Hace un tiempo leí un brillante artículo del doctor Gianpiero Petriglieri sobre este asunto. Mencionaba un estudio llevado a cabo por su colega y esposa durante el derrame de petróleo que involucró a la firma BP en el Golfo de México en el 2010. La explosión de una plataforma por la ruptura de un pozo ocasionó la fuga de 800 millones de litros de crudo, convirtiéndola en una de las peores catástrofes de la industria petrolera en la historia.
Jennifer Petriglieri observó las reacciones de los ejecutivos de la empresa: algunos perdieron la fe en la compañía y en sus líderes, mientras otros reclutaron a sus empleados para trabajar estrechamente dándoles información constante y asegurándoles la integridad de la firma y su viabilidad a largo plazo. Y esos fueron quienes duplicaron su esfuerzo y compromiso para ayudar a arreglar el desastre. También mencionaba el ejemplo de los niños que desarrollaban un sentido sólido de sí mismos cuando sus padres les proporcionaban un entorno de contención. Esto los volvía más sociables e independientes de sus mayores. No se paralizaban ante los retos ni buscaban que sus padres los rescaten. Y si pedían ayuda, hacían buen uso de esa ayuda.
Para enfrentarnos al entorno difícil que nos está tocando vivir, luego de la pandemia de coronavirus y a las puertas de una crisis económica global por la invasión rusa a Ucrania, necesitamos líderes y organizaciones que nos contengan. Y contenernos unos a otros.
Los líderes aportan contención reforzando la estructura de una organización. Por ejemplo, cuando ponen en marcha políticas que tranquilizan a la gente sobre su trabajo o el trato que la organización les da. Cuando promueven el diálogo que permite a las personas participar en las decisiones en vez de fomentar la polarización. Y esta es la mejor forma de retener a las personas durante una crisis. Además de esta contención institucional, está la contención personal. Involucrarnos con las personas con quienes trabajamos, preocuparnos por las dificultades que están atravesando, tenderles una mano si lo necesitan, disfrutar con ellas el logro de sus objetivos, conocer su historia familiar y personal, son las formas de motivar su autoconfianza y profundizar la empatía.
Las personas nunca olvidan cómo les trataron sus líderes cuando enfrentaron a una situación desafiante. Y todos recordaremos cómo nuestras instituciones, directivos y compañeros nos contuvieron durante una crisis, o no lo hicieron.
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