USO Y DISPONIBILIDAD DE LA ENERGIA EN NUESTRO PAÍS
La Paradoja de Jevons
Por Yan Speranza, past-president del Club de Ejecutivos
William Jevons fue un economista británico que hizo una observación muy interesante en el siglo XIX, en pleno auge de la Revolución Industrial en Inglaterra. Notó que, aunque las mejoras tecnológicas hacían más eficiente el uso del carbón, su consumo total no disminuía, sino que aumentaba. Es decir, la eficiencia reducía el costo, lo que incentivaba un mayor uso del recurso, elevando así su consumo total. A este fenómeno se le llamó la “paradoja de Jevons”, y su lógica sigue siendo relevante hoy a pesar de que parezca un poco contraintuitiva.
En nuestro país, donde la energía eléctrica es relativamente barata, podemos observar un patrón similar. Entre otros factores como el propio crecimiento vegetativo, el bajo costo ha llevado a un consumo elevado y, en muchos casos, claramente ineficiente. Si bien mejorar la eficiencia energética es beneficioso para todos —porque permite ahorrar a los usuarios y aliviar la carga sobre el sistema eléctrico—, es evidente que la eficiencia por sí sola no basta si no se acompaña de medidas que promuevan un uso racional de la energía.
En el imaginario colectivo paraguayo, la energía es vista como un recurso abundante y casi ilimitado. Esa idea ha estado presente durante décadas, alimentada por la narrativa del "bono energético" derivado de nuestras grandes represas. Sin embargo, la realidad actual contradice esa visión: la demanda energética está creciendo de forma sostenida y nuestra capacidad de generación para satisfacer la demanda se verá comprometida en apenas cinco a ocho años si no se actúa con previsión necesaria.
Además, los sistemas de transmisión y distribución presentan un nivel de subinversión que pone en riesgo la calidad y estabilidad del suministro. Y aunque esto rara vez se discute abiertamente, una parte de ese problema se origina en el uso ineficiente de la energía, incentivado en parte por el bajo costo relativo que pagamos por ella.
Esto nos lleva a una de las verdades más incómodas: en un contexto donde la energía no es tan abundante como creemos, mantener tarifas políticamente bajas sin un plan integral puede resultar contraproducente. Cualquier intento de revisar el marco tarifario suele enfrentarse a una fuerte resistencia social, incluso cuando existen fundamentos técnicos sólidos para hacerlo. Sin embargo, postergar esa discusión solo debilita la sostenibilidad de nuestro sistema eléctrico. Por supuesto que hay formas de avanzar con esto sin afectar a los más vulnerables y eso debe formar parte de la ecuación.
En este escenario, el rol de la ANDE es central. La ciudadanía debe ver mejoras concretas en su eficiencia operativa y en la calidad del servicio. También debe haber transparencia en la ejecución de las inversiones necesarias para reforzar la red. El compromiso debe ser doble: los usuarios deben adoptar hábitos más responsables, y el Estado —a través de sus instituciones— debe demostrar capacidad de gestión y planificación.
Tampoco se trata únicamente de subir tarifas: se trata de construir una política energética más madura, que incluya incentivos al ahorro, tecnologías más eficientes, campañas de concienciación y una estrategia de largo plazo. El precio de la energía, si bien es un tema sensible, también es una herramienta clave para orientar el comportamiento del consumo.
Revisar el funcionamiento de nuestro sistema eléctrico ya no es una opción, sino una necesidad. La paradoja de Jevons nos recuerda que ni siquiera las mejores tecnologías garantizan un uso responsable si no van acompañadas de políticas coherentes y conciencia ciudadana.
La energía barata, sumada a la percepción de abundancia, ha fomentado un modelo de consumo insostenible. Para cambiarlo, necesitamos un esfuerzo conjunto: una ANDE más eficiente, un marco tarifario que refleje la realidad del sistema, y una ciudadanía comprometida con el uso racional de los recursos. Solo así podremos transformar nuestra ventaja energética en bienestar duradero y sustentable. Sumando, claro está, la completa utilización de la energía que nos corresponde de las dos binacionales.
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