Por Matías Ordeix, socio del Club de Ejecutivos.
“El que calla otorga” reza el dicho. Paraguay está jugando su carta en esta nueva tormenta del Mercosur. ¿Pero cuál es la mejor jugada y en qué momento debe realizarse?
A poco más de 30 años del nacimiento de la familia Mercosur, una nueva crisis profunda le aqueja. Si analizamos la coyuntura ideológica, estamos hoy ante una votación de tres a uno. El papá guazú, y sus dos críos profesan el mismo credo, usan su mano derecha, mientras la mamá es la única zurda en la familia. Su hijo más pequeño (en tamaño), de sangre charrúa, se ha rebelado e intenta patear el tablero, con justas razones (en mi opinión particular). Su papá le acompaña en esa cruzada, pero con mucha más experiencia y diplomacia de vaqueano le pide cautela. Su otro hermano, el aguerrido guaraní es sabio, y espera a ver que deciden sus papis, está jugando su partida. Sin embargo, la mamá rebelde, con ideología de origen marxista, está completamente enojada con su hijo menor.
La envidia de ver crecer a su hijo chiquito, dirigido por un joven político (Luis Lacalle) que irrumpe la armonía familiar le pone los pelos de punta. Ver que su pequeño está ganándole la batalla al Covid, gracias a una gestión de compra eficiente de vacunas en diferentes mercados y que en breve podrá recibir a extranjeros para vacunarlos, es un golpe bajo a su ego. Sin embargo, su gobierno (de Aníbal Fernández) ha jugado la mayoría de sus fichas a su amigo ideológico ruso, que hoy le incumple en sus reclamos de provisiones sanitarias.
Volviendo a nuestro querido hijo guaraní, nuestro Paraguay, debe ya ir decidiéndose. Y las opciones pueden aparentar ser complejas, no obstante, no son tales. Debemos apostar al continuismo, a un Mercosur que nos ha dado dolor de cabeza, peleas constantes e irrespetos por parte de los más grandes. O apuntamos a un Mercosur renovado, flexible, que nos permitirá negociar acuerdos bilaterales con amigos aliados, favoreciendo las importaciones y exportaciones con beneficios mutuos. Habrá algunos perdedores en estos acuerdos. Sin duda los habrá, pero estamos seguros de que los ganadores harán potenciar el crecimiento productivo de todo nuestro país. No es necesario patear el tablero, para eso está nuestro hermano menor, pero debemos decidirnos si acompañamos a papi o a mami al súper.
Y por otro lado estamos en vísperas de una mega negociación con nuestro gran aliado Brasil, del tratado más importante que vincula al Paraguay. Es el momento ideal para tejer una excelente relación y sacar un buen acuerdo win-win. Podremos cantar póker, usando nuestras mejores habilidades diplomáticas en ambos frentes al mismo tiempo. Ambas jugadas claves involucran a estos dos países hermanos, el éxito o fracaso en ambos escenarios, marcaran el futuro del Paraguay en la próxima década.
Dios ilumine la mente y el camino de nuestros gobernantes y diplomáticos para avanzar hacia un nuevo derrotero donde el factor común sea el crecimiento económico, su sostenibilidad en el tiempo y la eliminación de la pobreza de nuestra querida patria. Toda negociación deberá tener como fin último, la prosperidad para nuestro amado Paraguay.
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