¿Realmente todo vale para vender?


Publicado en: 5Días
Publicado el: 28-11-22
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Por Katy Guillen, socia del Club de Ejecutivos.

Pedir perdón no siempre basta para salvar la reputación de una marca que rebasó los límites.

Aún en esta época en la que la sociedad valida campañas publicitarias controversiales por su efecto disruptivo, cruzar ciertas líneas puede tener costos muy altos para las marcas, y también para la sociedad.

Una campaña que mezcla niños, sadomasoquismo y pornografía, ingredientes que definitivamente no deberían existir en ninguna receta, irrumpió días atrás impactando en las redes sociales. Los condimentos de segundo plano, como un diploma a nombre de un violador de niños, subieron aún más el nivel de indignación contra la lujosa marca Balenciaga.

Nos disculpamos sinceramente por cualquier ofensa que haya podido causar nuestra campaña para las fiestas…” expresaba la firma al confirmar que retiraba la campaña de todas sus plataformas, al tiempo que anunciaba acciones legales, en un intento de atenuar su responsabilidad.

La pornografía infantil no es publicidad disruptiva, no es creatividad: es un delito, y así lo ven millares de personas, lo que implica que las disculpas, en este caso, difícilmente alcancen para “lavar” esta mancha en la reputación de la empresa. Es difícil aún estimar el daño que causará esta campaña, pero hay acciones que no tienen vuelta atrás y ésta, sin lugar a duda, es una de ellas.

Es también un disparador a la reflexión, ¿realmente todo vale para vender? Para muchos publicistas, lograr que se hable de la marca, no importa cómo, es un éxito de campaña, ¿Hasta dónde se extiende ese “no importa cómo”? Ya se usa a la mujer para vender; ahora la pornografía infantil y el sadomasoquismo. Por el momento, a Balenciaga la gente le dijo ¡basta!

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