Veinte años no son nada


Publicado en: La Nación
Publicado el: 19-10-19
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Gabriela R. Teasdale, socia del Club de Ejecutivos.

Con apenas cinco años, el niño sueco Ingvar Kampard tenía claro lo que quería hacer: crear su propia empresa. Inició sus actividades vendiendo fósforos entre sus vecinos. Y como el negocio marchaba bien, con siete años decidió ampliar su mercado con la ayuda de su bicicleta. Luego de algunos años, empezó a comprar productos al por mayor en Estocolmo para luego venderlos a un precio más bajo en su pueblo. Kampard tenía una visión que lo inspiraba,  tanto que no dejaba en ningún momento de potenciar su negocio.

En 1943 a la edad de 17 años, su padre lo premió por las buenas calificaciones que obtuvo en la escuela obsequiándole un poco de dinero. En lugar de malgastarlo como habría hecho cualquier joven a su edad, Kampard decidió fundar IKEA, una empresa que en sus inicios se dedicaba a la venta de relojes, marcos, bolígrafos, carteras, medias y otros productos que le pedían sus vecinos. Luego de cinco años anunció por primera vez un mueble en un catálogo. Probó con un sillón, un sofá y una mesa de centro, muebles que eran fabricados por ebanistas locales. Un año después apuntó un poco más alto y envió su folleto para que se difunda junto a la edición de la revista de la asociación de agricultores. Fueron 285.000 ejemplares que, por primera vez, se dirigían a un público masivo, una estrategia que condujo al nacimiento del primer catálogo de IKEA.

El objetivo del joven Kampard era ampliar horizontes y eso fue algo que consiguió con creces. Unos 550 millones de personas visitan cada año las más de 270 tiendas de IKEA, distribuidas en 44 países, atraídas por su famoso catálogo. Un catálogo cuya tirada solo puede equipararse con la de la Biblia. Definitivamente esta historia nos lleva a creer que con visión, pasión, determinación y trabajo duro se pueden construir grandes empresas.

Podemos decir con orgullo que en nuestro país tenemos cada vez más emprendedores que creen y sueñan en grande, así como lo hizo Kampard al crear IKEA. Muchos de ellos forman parte del Club de Ejecutivos, una entidad que desde sus inicios se ha animado a ver más allá, ha caminado firme con la mirada puesta en las personas que quieren incidir positivamente en el desarrollo de nuestro país y transformar el mundo utilizando su potencial.

El Club de Ejecutivos cumple dos décadas. Veinte años a lo largo de los cuales fue creciendo, descubriendo nuevos horizontes, expandiendo aquellos que conocía y aventurándose, en un proceso en el que todos aprendimos, enseñamos, compartimos, transmitimos y conectamos. En estos años hemos desafiado ideas, conceptos y estrategias, para impulsar los negocios, ampliar la mirada y trabajar siempre pensando en el futuro de todo el país. Y el camino no siempre es fácil, sino que muchas veces tiene altibajos, dificultades y obstáculos para sortear.

Personalmente, le doy gracias al Club por estar a la vanguardia y por inspirarnos en este camino en el que todos forjamos la historia. Felicidades y, como bien decía Carlos Gardel, veinte años no son nada, porque todavía seguimos avanzando más allá del horizonte.

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