Por Matías Ordeix, socio del Club de Ejecutivos.
Estamos a pocos meses de las internas partidarias y a menos de un año de las elecciones generales. Los bombardeos son constantes, principalmente entre los pesos pesados. Todo tipo de arma está permitida, aparentemente. La batalla ha comenzado y los misiles cruzan de una trinchera a otra, cada vez con más potencia. La agenda constructiva poco aparece, más bien se llena de polvo ante tanta guerrilla y las propuestas que realmente importan apenas se escuchan.
Los pequeños jugadores analizan cada movimiento de estos monstruos de estructuras pesadas, pues no se puede entrar a una guerra sin conocimiento geopolítico.
La política no es para todos en Paraguay, la pista siempre estará sucia, quienes entren a la cancha deberán tragar polvo, lidiar con Dios y con el Diablo para poder gobernar. Dificultando el campo, nuestro régimen político por su configuración y tropicalización tiende a transformarse en un sistema parlamentarista. El sistema parlamentario habitual no es realmente malo, sin embargo, en nuestro país se ha transformado en el principal poder por encima del Ejecutivo y Judicial. Pues son los parlamentarios quienes amenazan ante cualquier resbalón en forma constante al presidente, o enjuician a su solo parecer y con inexistente imparcialidad, a los jueces.
Nuestro país no cambiaría porque el presidente o presidenta sea excelente. Sería un paso, pero quienes lo acompañen en el parlamento sí podrán hacer la diferencia. Igualmente, para grandes cambios, postergados por décadas, se necesitará el involucramiento de toda la sociedad civil. Los gremios, organizaciones, academia, privados en general, quienes deberán apoyar las necesarias acciones que apunten directamente a las raíces de nuestros problemas.
La agenda es conocida por todos, temas como: achicar el Estado, combatir la corrupción, mejorar la calidad de la educación y de la salud, eliminar la informalidad y fomentar el desarrollo del país son críticos. El problema radica en el ¿Cómo? ¿Quiénes tendrán las agallas para luego de asumir, despedir en forma masiva empleados públicos ineptos? Grandes desafíos como hacer una apuesta gigante a cambiar el arcaico modelo educativo, con herramientas tecnológicas (ej. dotando a cada alumno de escuela pública con una laptop), métodos educativos tipo estructural de “Finlandia”, inglés intensivo, entre otros. O lo más difícil, pero imprescindible, chaleco antibalas contra la corrupción, desmantelar la extensa y profunda red que maneja contratos con el Estado, que involucra a grandes “pesos pesados” mal llamados empresarios.
No es fácil, pero alguien debe hacerlo, y sin duda debemos apoyar a los mejores candidatos. El país crece “pese” a los patéticos políticos que nos gobiernan. Ellos ponen el palo en la rueda en todo emprendimiento donde “no tengan su mordida”. La corrupción es un cáncer que no solo no ha podido controlarse, sino que se ha expandido.
Cerremos los ojos un segundo, soñemos cuánto podríamos mejorar si tan solo nuestros gobernantes fuesen honestos y trabajadores. No es tanto pedir, ¿o sí?
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