Por Matias Ordeix, socio del Club de Ejecutivos.
En estos días tuve la oportunidad de hacer un breve recorrido por nuestro pujante Paraguay. Estuve en ciudades y pueblos cercanos, donde un denominador se vuelve corriente: “gente que trabaja y quiere salir adelante”. El paraguayo es arriero, un laburante, madrugador y empuja. Un país se construye con este tipo de gente, pero también precisa acompañamiento similar de sus gobernantes.
Decía Joseph de Maistre: “cada nación tiene el gobierno que se merece”. Sin embargo, en nuestro país, esto está completamente alejado de la realidad. Nuestro pueblo laburante y trabajador no merece tener los políticos que hoy nos representan (salvo por una pequeña minoría). El político y filósofo francés aseveraba algo que hoy en nuestro Paraguay está penosamente muy alejado de la realidad.
Hemos caído en un pantano, hace ya muchos años, donde con cada intento de poner una nueva marcha, nuestro país 4 por 4 se ve cada vez más hundido en el fango. No estamos desesperanzados, pero sí estamos cansados y frustrados cada día más… y no vemos claramente luz al final del camino.
Y es nuestra culpa honestamente hablando. Pues cuando llegan las elecciones, no solamente vamos a votar en muy bajo porcentaje (apenas superando el 50%), sino que al momento de elegir ni siquiera nos informamos realmente a quién votamos. La falta de educación, sobre todo en las zonas rurales y más carenciadas, hacen que el voto “compra de asado” sea el común de una gran mayoría. El pueblo no toma verdadera conciencia de la gran importancia de un sufragio responsable.
Pero también tenemos mayor responsabilidad quienes, teniendo la dicha de una mejor educación, privada y universitaria, no nos involucramos en política o no activamos en organizaciones sociales o gremiales para tan siquiera “marcar la cancha” de nuestros representantes. Y peor aún, la “comodidad” de un empresario cuando en sus negocios le va bien, hace la vista gorda ante la situación país, la corrupción y desidia de los políticos.
Nuestra complicidad de la “comodidad” es aun peor que la falta de preparación para votar a un candidato tan siquiera “aceptable”. Solo nos movemos cuando nos tocan impuestos o nos tocan el negocio. Pero no nos corre sangre suficiente por las venas para reclamar y gritar, como lo deberíamos estar haciendo, ante un sistema político y judicial corrupto, que nos ubica como líder en todos los rankings globales.
Estoy cansado, no sé qué hacer además de escribir y plaguearme, o activar en organizaciones sociales, cuando no encuentro el respaldo de muchos colegas, que por comodidad o por no poner en riesgo sus negocios con el Estado prefieren permanecer en un diálogo silencioso, que no dispare sospecha.
Esperemos encontrar el camino, con la ayuda de todos cuantos puedan, para empujar este país a un Paraguay más justo, con gobernantes honestos, y que particularmente me den esperanza para que mis hijos crezcan bajo “un gobierno y políticos que sí realmente nos merecemos todos los paraguayos”.
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