Por Gabriela R. Teasdale, socia del Club de Ejecutivos.
Hay días en los que parece que estamos viviendo una historia de ciencia ficción, pero hay otros en los que directamente nos sentimos parte de un cuento de terror. El mundo está luchando contra una pandemia que tiende, aparentemente, a no darnos respiro mientras enfrenta otros acontecimientos graves como las manifestaciones masivas por la liberación de políticos en Birmania o la crisis en Estados Unidos por el juicio político a Donald Trump. En Paraguay vimos con asombro la detención del principal líder de la oposición, mientras nuestro presidente enfrentaba un aluvión de críticas por una desafortunada frase en medio de la tragedia de miles de compatriotas por la escasez de medicamentos.
Las preguntas que quedan en el aire y nos inquietan son: ¿Qué nos ha pasado para llegar a este punto? ¿Qué sucede con nuestros líderes? La pandemia nos mostró carencias hasta en los sistemas de salud de los países más desarrollados del planeta. Y nos mostró que existen líderes que se rigen por su propio ego y olvidan a las personas a las que se comprometieron a servir. Si todo lo que estamos enfrentando no nos abre los ojos y nos lleva a tomar conciencia de que tenemos que impulsar con urgencia cambios profundos, significa que hemos perdido el norte sobre lo verdaderamente importante.
El mundo está de luto no solo a causa de este terrible virus sino por la violencia, las injusticias sociales, la corrupción, la inseguridad y un planeta dañado por falta de cuidado. Y la indiferencia no es la respuesta. Como decía Wiesel, “la indiferencia no es un comienzo, es un final, la indiferencia es siempre amiga del enemigo, puesto que beneficia al agresor, nunca a su víctima, cuyo dolor se intensifica cuando la persona se siente olvidada”. Creo firmemente que podríamos darle un rumbo diferente a todo esto si decidimos enfocarnos en adoptar ciertos valores para sobrevivir a estos grandes desafíos.
La responsabilidad por el medio ambiente, el respeto y la empatía por el prójimo, la humildad para aceptar que no sabemos todo y el amor para dimensionar que es lo único que nos llevará a las acciones transformadoras.
Estoy segura de que esta historia, nuestra historia, puede cambiar con buenas decisiones y una conciencia de bienestar colectivo.
¿Por qué no empezar a imaginar situaciones mejores? ¿Por qué no empezar a hacer que las cosas buenas sucedan? Es el momento de asumir un liderazgo basado en valores, un liderazgo que tenga la mirada puesta en los demás y que se atreva con determinación a hacer lo que nadie se anima.
Así como John Lennon lo hizo en una de sus canciones más emblemáticas, imaginemos un mundo sin fronteras en el que no haya nada por lo que matar o morir, imaginemos a todo el mundo viviendo la vida en paz. Y hagamos de ese sueño una realidad.
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