Por Matías Ordeix, Socio del Club de Ejecutivos.
Y así comienza parte la historia de mi vida. Mi madre, una brillante docente guaireña, fue becada a estudiar a Montevideo donde conoce a mi padre, quien en su trabajo le canjeaba los dólares de la beca de estudios. Se enamoran, se casan en Asunción, y nace su primer hijo, quien suscribe. Mi padre no se adapta al “templado” clima y por otras razones más vuelven para radicarse en su país, Uruguay. Ya en el Este, en Maldonado, asisto en mis primeros años a la escuela pública, excelente institución con maestros que realmente marcaron mi vida. Eran otros tiempos, corrían los años 80, y teníamos en la escuela una materia tediosa, pesada y por momentos no entendible. Con el paso del tiempo, luego de ir al colegio y seguir la universidad la materia se repetía con diferentes nombres. Era la bendita “Educación Moral y Cívica” que, con el paso de los años, comprendimos su vital importancia.
La Educación Moral y Cívica, también llamada Educación Ciudadana, nos muestra el camino de cómo debemos comportarnos en nuestra sociedad. La misma complementa perfectamente con la educación que recibimos en nuestras casas, de nuestros progenitores, abuelos y/o familiares, educación en valores principalmente. O sea, nos orienta en nuestro espacio de convivencia social con personas, mostrándonos lo correcto, lo ético, lo que sí podemos y no podemos hacer como ciudadanos.
En estos tiempos pandémicos, como paraguayo con nacionalidad compartida, me han consultado que es lo que está haciendo bien Uruguay y el porqué, ante esta gran crisis sanitaria global, sus ratios son tan ejemplares. Honestamente, creo que dos son las razones principales.
Primeramente, creo que el gobierno de Luis Lacalle ha tomado una excelente decisión en asesorarse con los mejores. Efectivamente convocó a un grupo que se denominó Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). Un equipo integrado por los mejores científicos y médicos del Uruguay, y en constante intercambio con sus pares de todo el mundo. El presidente de Uruguay no toma una acción vinculada a la pandemia que no haya sido analizada por este grupo. Estos “capos” prestan su servicio sin cobrar “un peso” en pos de sus conciudadanos.
Y la segunda razón, que creo es la más importante, es el comportamiento de la gente guiado por su alto nivel de educación y civismo. No hubo cuarentena obligatoria, sino recomendada. A la gente se le pedía que se quede en sus casas, y así lo hacían tomando precauciones sin necesidad de repetirle. Si hubo algunas restricciones básicas, pero la ciudadanía tuvo y ha tenido una conducta y autorregulación ejemplares. Esto está justificado en una sociedad cuyos gobiernos han dado prioridad durante décadas a la educación en general, permitiendo hoy cosechar frutos.
Todos los caminos conducen a lo mismo, con más y mejor educación el Paraguay saldrá adelante. Mientras la releguemos seguiremos condenados. Creo en nuestro país, tengo fe y esperanza, pero el reloj no para y el mundo tampoco espera.
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