Por Laura Ramos, socia del Club de Ejecutivos.
En los últimos tiempos se da una situación que lastimosamente es cíclica para la región en la que vivimos. Cada cierto tiempo alguno de nuestros hermanos vecinos tiene una economía oscilante, la cual afecta directamente en la vida cotidiana del paraguayo. Estos vaivenes económicos y políticos de la región, los cuales lastimosamente no se ven a corto plazo que se vayan a subsanar sino todo lo contrario, hacen que en nuestras fronteras permeen el tráfico de productos de manera informal, llegando a ser ofrecidos a plena luz del día en muchas de las principales avenidas de la capital.
Este contrabando de productos, motivado por una notable diferencia cambiaria, hace meollos en una economía paraguaya que intenta despegar luego de una crisis sanitaria que golpeó fuerte a todos los niveles socioeconómicos a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Si a este contrabando, el cual ingresa con una facilidad tremenda gracias a nuestras fronteras naturales, además agregamos que una vez dentro del país se comercializan a simple vista en los semáforos y en los principales mercados, esto genera una sensación de consenso cultural donde es aprobado tácitamente por todos y no son perseguidos. Por otro lado, tenemos a los comerciantes que generan mano de obra, pagan impuestos y deben soportar decisiones desde el sector público donde indiscriminadamente se infla aún más la ya obesa estructura estatal.
Es un contrasentido seguir pidiendo ajuste de cinturones al sector privado, desde los diversos estamentos públicos, ya sean nuevas tasas en distintos ministerios o municipios, donde cada uno busca lograr una recaudación mayor para poder ampliar su nómina de funcionarios año tras año. Si analizamos la cantidad de funcionarios públicos de hace diez años a la fecha, podemos ver un incremento exponencial, lo cual lastimosamente no va de la mano con una mejora del servicio a la ciudadanía en la misma proporción.
Por todo esto expuesto, podemos ver que además de tener que enfrentar amenazas externas, como lo es la diferencia cambiaria que propicia el ingreso de mercaderías en forma irregular, debemos de enfrentar las amenazas internas de constantes sobrecostos a los comercios formales logrando esto solo mayores precios locales. Es decir, inflación, por lo cual solo sigue fomentando la mayor diferencia de precio de los productos informales por sobre los formales.
Se debe tener claro que los sobrecostos impuestos a los comercios formales son elementos a los que sí se pueden y se deberían de analizar, para poder disminuir la competencia desleal que se sufre con el contrabando desenfrenado, sobre todo en ciertas categorías de productos de consumo masivo. La diferencia cambiaria está dada y no la podemos modificar, pero seamos parte del plan de disminuir racionalmente la obesidad pública que sufrimos y nos afecta a todos.
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