DESAFÍO PARA TODOS LOS SECTORES De la confianza a la mayor productividad
Raúl Vera Bogado, socio del Club de Ejecutivos*)
La economía real atraviesa un momento prometedor. La tasa de crecimiento del PIB revisada al alza, con nuevas estimaciones del 5% para finales del año indica un dinamismo que destaca en la región. En cuyo escenario, marcado por desafíos de distinta índole, nuestro país sobresale por combinar estabilidad macroeconómica con un renovado impulso a la economía real, con mayor consumo e inversiones. No es solo un buen dato macroeconómico. También es una señal clara de que el país consolida un clima favorable para los negocios y de confianza que abre las puertas a nuevas oportunidades.
Este dinamismo económico y las recientes reformas en las políticas de atracción de inversiones, sumados a los incentivos específicos y al esfuerzo por mejorar la infraestructura atrayendo capital privado, consolidan un entorno aún más atractivo para el capital local y extranjero, y han dado resultados visibles. A ello se suma un evento de promoción de inversiones en Ciudad del Este con el Paraguay Business Week que, con la participación masiva de empresarios y autoridades de países vecinos y del nuestro, constituye un éxito y una vitrina internacional para mostrar el potencial nacional. La gran asistencia no sólo fue simbólica: demuestra confianza en la capacidad del país para convertirse en un destino atractivo para capitales de distinta dimensión.
Actualmente, los importantes montos negociados y compromisos de inversión representan un reto mayor: convertir esas inversiones en un incremento sostenido de la productividad, la innovación y la integración en cadenas de valor más complejas. La inversión, por sí sola, es un primer paso relevante, pero debe ir acompañada de políticas que fortalezcan la capacitación de la fuerza laboral, promuevan la adopción de tecnologías nuevas y generen encadenamientos productivos para amplificar el impacto de cada proyecto. La clave está en evitar que estas inversiones se conviertan en islas aisladas de la economía local y, en cambio, actúen como motores que impulsen a pequeñas y medianas empresas, a proveedores nacionales y a nuevos emprendimientos.
La experiencia internacional demuestra que el salto al desarrollo se produce cuando la inversión se traduce en un aumento de la productividad. Esto significa producir con mayor eficiencia, incorporar tecnología y competir con bienes y servicios de mayor valor agregado. Hoy existe una oportunidad concreta de avanzar en esa dirección.
Claro que el escenario no está exento de desafíos. El aumento de las tasas activas de los préstamos, que eleva el costo del financiamiento, limita la capacidad de expansión de algunas empresas, en mayor medida de aquellas que dependen de crédito para innovar y crecer, y para aprovechar la coyuntura favorable de una manera sostenida. La apreciación del tipo de cambio frente al dólar, aunque favorece a los importadores y ayuda a contener las presiones inflacionarias, plantea riesgos de competitividad para el sector exportador. Estas cuestiones deben abordarse con prudencia. Todo proceso de crecimiento acelerado requiere para no desbordar sus propios límites.
La prudencia, en este sentido, es la mejor consejera. El país ha sabido avanzar con políticas responsables en el frente fiscal, con un esfuerzo por reducir gradualmente el déficit, y eso contribuye a consolidar la credibilidad. En paralelo, las estrategias de crecimiento marcan una hoja de ruta atractiva y clara para los próximos años. El paso siguiente consiste en alinear esa visión con la realidad empresarial, entendiendo que la verdadera implementación requiere consensos, tiempos adecuados y un marco institucional sólido que garantice continuidad.
La confianza, cuando se sostiene, se convierte en un círculo virtuoso: más inversiones generan más empleo, más empleo fortalece el consumo y un mayor consumo fortalece la actividad económica en su conjunto. Para que este círculo funcione, el crecimiento debe ser inclusivo y alcanzar a más sectores sociales. Aquí, el diálogo entre el sector público y privado juega un papel fundamental. Las empresas necesitan entender la dirección estratégica de las políticas y sus reformas, mientras que el gobierno puede comprender de primera mano las condiciones que facilitan o dificultan la implementación en la práctica.
Este diálogo no es un mero formalismo: es la vía para alinear expectativas, identificar obstáculos tempranamente y generar la confianza necesaria para que los proyectos se concreten con rapidez y eficacia. La visión compartida entre autoridades y empresarios, reglas claras y comunicación permanente, vigencia rigurosa del Estado de derecho, junto con una visión prudencial de la sociedad civil, son las bases de un crecimiento no sólo más acelerado, sino también sostenible.
La oportunidad está al alcance de la mano. Pero el verdadero éxito no se medirá únicamente en los proyectos, sino en la capacidad de transformar esa confianza en productividad, innovación y cadenas de valor que perduren en el tiempo. Esa es la mirada amplia que debemos adoptar: crecer más, sí, pero no a cualquier costo, sino sobre la base de instituciones sólidas, consensos claros y un desarrollo inclusivo.
El camino hacia adelante se construirá con la participación de todos los sectores. El desafío es grande, pero las condiciones son favorables. Hoy tenemos la oportunidad de capitalizar la confianza y de convertirla en un motor de progreso sostenido. La clave seguirá siendo el trabajo conjunto entre gobierno, empresas y ciudadanía para que ese motor impulse no solo el crecimiento económico, sino también una prosperidad más amplia y compartida para toda la sociedad.
*) Raise – Finanzas, Estrategias
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