Por Katty Guillen, socia del Club de Ejecutivos

El ex vicepresidente Oscar Denis cumple en pocos días cuatro años de estar secuestrado. Como sociedad, tenemos preocupaciones diarias. Y es una tentación mirar a otro lado ante los problemas graves que no parecen afectarnos directamente, como la industria del terror, la violencia y el secuestro, que no tienen una solución sencilla. Así, sus víctimas van cayendo en el olvido.

Esta semana, el expresidente de Colombia Álvaro Uribe visitó Paraguay, para dar una charla sobre liderazgo en la Expo Capasu 2024. En ella, relató cómo recibió una llamada del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, quien se ofreció a mediar con las FARC para obtener la liberación de los secuestrados.

Uribe recordó cómo evaluó las opciones que tenía: “si le digo que no, niego a los secuestrados una posibilidad. Si digo que sí, es un riesgo político”. Dijo que sí. “Acepté no por humildad, sino por una razón”, señaló.

La intervención de Chávez cesó una vez que el venezolano empezó a intentar comunicarse directamente con la cúpula militar colombiana. Pero, Uribe lo intentó.

La situación de Denis, junto con Félix Urbieta y Edelio Morínigo es hoy prácticamente de olvido. El Gobierno anterior rechazó buscar la cooperación de organismos como la Cruz Roja en la búsqueda de la liberación de los secuestrados, como lo solicitó la familia del exvicepresidente.

El cuarto aniversario del secuestro de Oscar Denis nos plantea una decisión: anestesiar el dolor o elegir recordar, y exigir a nuestras autoridades nuevas acciones que traigan paz a las familias de los secuestrados. No por humildad, sino por una razón: hay un deber que cumplir.