LA BRECHA QUE YA NO PODEMOS IGNORAR

Educación y empleo en Paraguay

Por Raquel Hellmann, socia del Club de Ejecutivos

En Paraguay convivimos con una realidad incómoda, una que preferimos no mirar de frente: miles de jóvenes salen cada año de las aulas con un título en la mano, pero sin las herramientas que el mundo laboral les exige. Y detrás de cada uno de ellos hay una historia. Un sueño. Una familia que apostó por la educación como camino de progreso.

Pero muchas veces, ese esfuerzo termina chocando contra un mercado que no encuentra en esos jóvenes lo que necesita. Y ellos, frustrados, tampoco encuentran un lugar donde desplegar su potencial.

El Banco Interamericano de Desarrollo lo advirtió hace años en un interesante estudio regional denominado “desconectados”: estamos formando jóvenes sin las habilidades técnicas y socioemocionales que hoy determinan la empleabilidad. Es decir, existe una brecha creciente entre lo que el mercado necesita y lo que el sistema educativo oferta.

Esa alerta, lejos de disiparse, hoy se siente mucho más fuerte. Porque no hablamos de un problema estadístico; hablamos de vidas reales: jóvenes que aceptan trabajos para los que están sobrecalificados, otros que no logran insertarse, y empresas que ven frenado su crecimiento porque no encuentran el talento que buscan.

Nuestro sistema educativo, aún sostenido por metodologías de otra época, sigue privilegiando la memorización sobre el pensamiento crítico, la repetición sobre la curiosidad, la teoría sobre la práctica. Y mientras tanto, las empresas demandan jóvenes capaces de colaborar, de adaptarse, de comunicarse, de resolver problemas en un mundo que cambia a una velocidad que a veces asusta.

Esta brecha no solo limita oportunidades: lastima la autoestima de quienes sienten que hicieron “todo bien” y aún así no logran avanzar. Y también limita a Paraguay, que pierde competitividad cada año al no contar con el adecuado capital humano que podría impulsar su crecimiento.

Pero no todo está perdido. Hay caminos probados que podrían cambiar esta historia. La formación dual —ese modelo teórico-experiencial que combina estudio y práctica en empresas— transformó la vida de generaciones enteras en países como Alemania y Suiza. Hoy, Alemania tiene más de 1,3 millones de aprendices en programas duales y más de 320 profesiones reconocidas dentro del sistema. Cada joven que ingresa a ese modelo lo hace con la certeza de que está aprendiendo algo útil, actual, valorado. Con la seguridad de que su esfuerzo sí tendrá un lugar en el mundo laboral.

Paraguay tiene pequeñas experiencias inspiradoras vinculadas a la formación dual, pero aún aisladas. Lo que necesitamos ahora es decisión. Una política nacional que conecte la escuela con la empresa, que actualice los currículos, que invite al sector privado a ser protagonista, que no deje a nuestros jóvenes navegando solos en un mercado laboral feroz.

Porque al final del día, de eso se trata: de no seguir fallándole a una generación que quiere aprender, que quiere trabajar, que quiere crecer y que quiere tener un protagonismo en la sociedad. De no resignarnos a que el futuro se nos escape entre las manos.

Si Paraguay quiere progresar, no basta con hablar de educación. Debemos transformarla. Y debemos hacerlo ya. Por los jóvenes, por sus familias y por el país que merecemos ser.