Lauro Ramírez López, socio del Club de Ejecutivos.

Pocas decisiones del Gobierno han tenido un consenso tan grande en la población como las adoptadas con motivo de la pandemia que hoy azota al mundo y se dispersa sin freno.

Solo con el tiempo sabremos cuántas vidas se salvaron por la drástica reacción cuando el número de infectados oficialmente era apenas de 2 personas, y aun antes de la declaración oficial de la OMS de que estamos en presencia de una epidemia tan violenta, con rápida expansión e ignorada científicamente que ya se transformó en una pandemia.

Presenciamos momentos tan extraños como el aislamiento obligatorio de ciudades enteras, la prohibición de vuelos internacionales o el confinamiento al propio domicilio.

Sin dudas este tipo de situaciones, como todas las extremas o inesperadas, desnuda falencias, evidencia precariedades y pone al descubierto quiénes somos realmente donde quiera que uno esté. Los italianos, reaccionaron tarde, igual que los españoles. Los taiwaneses pronto tomaron nota y por eso disminuyeron esa curva terrible del aumento vertiginoso de casos.

Como toda herramienta, las redes sociales son campo de nadie, anárquico y también sin control. Pueden ser muy útiles, como en este caso, para socializar las medidas de prevención, informar las determinaciones de las autoridades, o la situación en otros puntos del globo. Pero también para dispersar falsas alarmas. Como es un campo abierto a todo el mundo, la verificación de autenticidad se hace más imprescindible que nunca. Cada uno es libre de creer a quien quiera, pero lo que no podemos hacer es tomar mentira por verdad. Las opiniones tienen su límite, sobre todo cuando se trata de temas tan precisos y científicos.

Lo ya hecho por el Paraguay en este tema fue bueno. Esperemos que la consciencia del pueblo también.