El tuerto es rey


Publicado en: Última Hora
Publicado el: 29-06-21
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Por Antonio Espinoza, director del Club de Ejecutivos.

A diario somos bombardeados con datos sobre la situación del país. Sin embargo, poco nos dicen sobre cómo estamos si no hacemos alguna comparación. Por ejemplo, en el año 2020, nuestra economía tuvo una caída de 0,6% del PIB, pero esto ¿está bien, regular, o mal?

Comparado con valores negativos de 4,1% para Brasil y del 10,0% para Argentina, y una contracción promedio del 8,1% para América Latina, podemos inferir que hicimos bien las cosas y sufrimos mucho menos el impacto de la pandemia que nuestros vecinos y que la región.

Para este año el Fondo Monetario Internacional estima para Brasil un crecimiento de 3,6%, para Argentina 5,8%, y para Latinoamérica 4,1% y nuestro Banco Central considera que nuestro crecimiento será de 3,5%. No tan bueno, pero como no caímos tanto el año pasado, tampoco tan malo.

Esta mirada local nos da una falsa tranquilidad. El mismo Fondo proyecta para el 2021 un crecimiento de las economías emergentes y en desarrollo, como la nuestra, de 6,3% y para las de Asia del 8,3%. Lo que parecía un crecimiento aceptable ahora se ve como insuficiente para tan siquiera conservar nuestra posición en el ranking de las economías del mundo.

De la misma manera, al proyectar nuevas iniciativas y reformas, nos hemos acostumbrado a tomar ejemplos de la región. En educación, envidiamos el nivel de Chile, el país latinoamericano mejor ubicado en la evaluación de PISA. Sin embargo, Chile ocupa la posición 46 de los 77 países evaluados. Si realmente queremos avanzar, imitemos a los mejor posicionados: Singapur, Estonia, Japón y Corea o Finlandia y Noruega.

Una importante iniciativa encarada por el gobierno es la implementación de la identidad digital. Varios países de la región, como Colombia, Uruguay y Argentina, han avanzado en este proceso, pero los países líderes en la utilización de la identidad digital son Suecia, Estonia e India. A ellos es a quienes debemos acudir para inspirarnos.

Admiramos a Uruguay como ejemplo de progreso de un país pequeño, sin recursos minerales ni petrolíferos, dependiente de su producción agropecuaria y distante de sus mercados, con un ingreso per cápita de unos $16.000 anuales, contra nuestros $5.000. Pero mejor ejemplo es Nueva Zelandia, con $41.000. ¿Cuál implementa las políticas públicas que debemos emular?

Países del Asia que a mediados del siglo pasado eran más pobres que nosotros, hoy son potencias económicas globales. ¿Cómo lo lograron? ¿Qué políticas adoptaron? En el caso de Corea, en los años 60, postergando las urgencias presentes, el gobierno coreano destinó todos los pocos recursos disponibles a financiar educación de excelencia e infraestructura, catalizando un proceso de acelerado crecimiento que ha continuado desde entonces. Corea nos ha señalado un camino al progreso y prosperidad.

En su columna en estas páginas hace unas semanas, Alberto Acosta Garbarino describió la cruda realidad de una América Latina fracasada, a pesar de todas bondades de la naturaleza. Sin duda que hay países que se destacan por sus logros en esta región plagada de mediocridad y corrupción, pero nos recuerdan la frase atribuida a Erasmo: “En el país de los ciegos, el tuerto es rey”. No son nuestros mejores modelos. La facilidad del idioma común nos inclina a concentrar nuestra visión en los países iberoamericanos, pero esta miopía es perniciosa, y conspira para limitar nuestras aspiraciones.

En este mundo globalizado, nuestro horizonte no termina en la frontera latinoamericana. Competimos por inversiones y mercados con todos los países del planeta, y es frente a ellos que debemos medir nuestro progreso. Elevemos nuestra mirada, miremos al mundo, ambicionemos más.

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