Emergencia climática


Publicado en: Última Hora
Publicado el: 23-08-21
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Por Yan Speranza, past-president del Club de Ejecutivos

El IPCC es la organización internacional dedicada, desde su creación en el año 1988, a hacer ciencia sobre el cambio climático. Gracias al enorme desarrollo tecnológico y modelos de computación más potentes, se ha avanzado mucho en términos de la comprensión de los fenómenos climáticos y qué podemos esperar hacia el futuro próximo.

La semana pasada esta organización presentó su último informe sobre el estado del clima. El mismo está basado en unos 14.000 estudios recopilados y analizados por científicos provenientes de todo el mundo. El reporte, aprobado por 195 gobiernos, es el resumen más completo hasta la fecha de la ciencia del cambio climático.

El informe es contundente y explica los devastadores efectos que vendrán a partir de este proceso de calentamiento global.

En términos sencillos, la extrema variabilidad climática se irá acentuando cada vez más y la evidencia señala que esto es algo irreversible para los próximos 30 años. Lo que podemos hacer es evitar que las cosas empeoren aún más.

Estos extremos climáticos ya los vemos casi cotidianamente. Solo en los últimos meses pudimos ver el grave impacto social (vidas humanas perdidas) y económico en las históricas inundaciones en Alemania y Bélgica; las tremendas olas de calor nunca vistas en el Noroeste de USA y Canadá; los devastadores incendios en California, Turquía, Grecia y Siberia; las pérdidas casi totales de cultivos de Bangladesh y el problema sumamente serio de la sequía en el río Paraná.

Localmente, también estamos sintiendo los efectos de esta mayor variabilidad climática, ya sea en periodos de inundaciones o sequías pronunciadas como las que tenemos ahora. Esto a su vez destapa otros problemas como los incendios masivos y la incertidumbre acerca de cómo afectará esta situación al periodo de siembra de nuestros principales rubros agrícolas.

Es obvio que, para una economía como la nuestra, tan dependiente del clima, la variabilidad extrema nos ubica en una zona de riesgo constante con todo lo que ello implica.

El mundo enfrenta esta delicada situación desde dos grandes caminos, la mitigación y la adaptación.

La mitigación significa básicamente reducir de manera drástica el principal causante de todo el problema. Es decir, los gases de efecto invernadero en la atmosfera. Estos gases son fundamentales para la existencia de condiciones favorables para que la vida exista, pero su extraordinario aumento en la atmósfera nos está generando esta situación del calentamiento global.

Estas emisiones provienen mayoritariamente de la forma en que el mundo genera energía a partir de los combustibles fósiles (petróleo, carbón mineral y gas natural) y las principales economías del mundo concentran casi tres cuartas partes de todas las emisiones. Es decir, se trata de una responsabilidad compartida a nivel global entre todos los países, pero claramente de manera mucho más acentuada en los principales causantes del problema.

La adaptación, por su parte, se refiere directamente a cómo las sociedades y las economías se adecuan a las nuevas condiciones o se preparan, de la mejor manera posible, para enfrentar los impactos que irán ocurriendo por esas consecuencias ya irreversibles del cambio climático.

Este camino es el crítico para nuestro país. Nuestra contribución al problema de las emisiones es ínfima a nivel mundial, pero podemos sufrir las consecuencias de manera muy desproporcionada precisamente por nuestra estructura económica tan dependiente del clima.

Si bien existen ya planes que se vienen realizando en esta línea de la adaptación, este tema del cambio climático no ha logrado tener aún relevancia política que se traduzca en políticas públicas que cuenten con presupuestos adecuados.

Por el momento, el cambio climático ya se ha incorporado al discurso político, pero aún no en hechos más concretos que nos prepare mejor como sociedad para lo que viene. Y nunca mejor dicho, eso es jugar con fuego.




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