Por Katy Guillén, socia del Club de Ejecutivos 

Mientras el presidente Santiago Peña continuaba su gira por los Estados Unidos, antes de volar a Taiwán para participar de la asunción de su nuevo presidente, Lai Ching-te, el Parlamento de la isla asiática se convertía en el epicentro de un escándalo protagonizado por el oficialismo, situación que podría servir como un reflejo del proceso del propio Peña y sus aliados en el Congreso en el escenario local y mundial.

Peña se reunió con ejecutivos de Meta en Washington, para presentarles los atractivos de la economía paraguaya y su gran producción de energía verde, renovable y sustentable. A 12.639 kilómetros, en Taipei, el oficialismo intentó impedir con violencia la aprobación de una ley que, en vísperas del cambio de administración gubernamental, dotaría al Congreso de más poder para controlar al Ejecutivo.

Aunque Peña y Lai Ching-te tienen perfiles muy diferentes, son aliados coyunturales, unidos por sus dependientes vínculos con los Estados Unidos. Peña cuenta con una abrumadora y cada vez más amplia mayoría en el Congreso, que ya ha protagonizado varios escándalos con repercusiones internacionales, como la temeraria expulsión de una senadora opositora o la “restitución” de fueros para frenar procesos judiciales de sus miembros, entre otros.

El partido de Lai Ching-te, por su parte, acapara titulares alrededor del globo luego de que un oficialista, en medio de una escaramuza donde abundaron los golpes, tomó los papeles oficiales de una votación y huyó del recinto legislativo.

A veces es más fácil tomar conciencia de los problemas propios al  verlos en otros: tal vez, nuestro mandatario puede aprovechar esta experiencia para replantearse el modelo que su partido viene imponiendo en el Congreso, y la mala imagen de nuestro país que proyecta. Y, si le fuera posible, asumir que Paraguay necesita todo lo contrario para atraer inversión y crecimiento del extranjero.