Estamos en la misma tormenta.


Publicado en: Última Hora
Publicado el: 29-09-20
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Por Luigi Picollo, Vicepresidente del Club de Ejecutivos.

Los economistas, funcionales para quienes trabajan, lanzan sus profecías acerca de cuánto será la pérdida del 2020, los números comienzan en menos 3.5% del PIB para peor. Los vinculados al sector público pintan un escenario más optimista con una eventual recuperación del +5% en el 2021, mientras que los del sector privado están asustados y en silencio. En cualquier caso hablamos de un número que es el promedio de muchos sectores, un concepto abstracto que inventamos en el lenguaje. Pero la realidad aprieta de forma muy desigual.

El agro nunca paró de trabajar. Los ciclos naturales de preparación del suelo, plantación, fumigación y cosecha no esperan decisiones políticas. En el interior las cosechadoras siguieron trabajando, los aviones fumigadores continuaron volando, y los productos se acopiaron en los silos. La riqueza en el agronegocio continuó acumulándose, independiente del teatro urbano de la estricta cuarentena. De hecho, nos miraban a los de la ciudad casi como masoquistas.

El extremadamente rentable sector privado de salud continuó con sus inversiones. Muchos asegurados locales entendieron que lo que percibían como “seguro de salud” era realmente una simple “medicina pre-paga” que a la hora de la verdad no cubría casi nada. El tratamiento del Covid no está  cubierto, por lo que las cuentas de los hospitales privados resultan estratosféricas. Entendieron que pagaban una suscripción a un bonito hotel, porque el resto de la medicina se cobra caro y es aparte.

Todo esto mientras que en el mismo PIB otros sectores están muy por debajo de la línea de flotación, como son la gastronomía, la hotelería, el transporte aéreo y terrestre, el turismo, el comercio mayorista y minorista, la moda, el entretenimiento de eventos y el cine, la producción cinematográfica mundial, los gimnasios, y así sigue una lista enorme de damnificados. Las empresas que cierran probablemente no vuelvan a abrir. Se perdieron más de 500 millones de empleos en el mundo. Estos desocupados abruptamente son personas que van a tener hambre, no son un concepto de porcentaje del PIB.

Al inicio de la pandemia, el relato poético era que esta enfermedad no discriminaba ricos y pobres, que nos exponía a todos por igual. Éramos una aldea global de semejantes. Categóricamente no es así, el Covid demostró un impacto violento y desigual. Las empresas más capitalizadas sobrevivirán, pues cuentan con suficientes activos para entregarlos como garantía de préstamos para continuar operando y no perder capacidades.  Mientras, las PYMES, cuentapropistas, empleados y demás agentes económicos que no cuentan con patrimonio desaparecerán definitivamente. Una parte de la población caerá en la pobreza.

Hoy los pocos que tienen capital disponible pueden comprar al precio que quieran activos, empresas y hasta individuos. Las personas afluentes viajan en vuelos privados cuando desean y no van a los hoteles salud. Tienen atención médica privada con todos los lujos y comodidades. Y hasta han montado sus propias unidades de terapia intensiva por si acaso la requieran. En la punta de la pirámide las reglas no se aplican. Incluso los que pueden realizan sus trabajos a distancia con total seguridad. El resto tiene que seguir trabajando con presencia física conviviendo con la angustia del peligro de contagio.

El Covid expuso aún más crudamente la diferencia de clases sociales. Esta pandemia terminará causando una mayor concentración de renta en los altos estratos sociales. Las grandes empresas concentrarán más participación mercantil, pues la competencia disminuirá debido a las extintas PYMES. El éxito vendrá más fácilmente a los que se mantengan vivos (por su origen social y condición económica) sin mucho esfuerzo ni talento adicional. Los que estaban bien estarán mejor, y los que estaban sobreviviendo morderán el polvo. Estamos todos en la misma tormenta, pero definitivamente no en el mismo barco.

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