Frágil – Manipule con cuidado


Publicado en: Última Hora
Publicado el: 02-02-21
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Por Antonio Espinoza, director del Club de Ejecutivos

Hace cuatro años, a días de entregar el mando presidencial a su sucesor, el presidente de los EE.UU., Barack Obama, dijo en su último discurso oficial: “En diez días, el mundo será testigo de un sello distintivo de nuestra democracia: la transferencia pacífica del poder de un presidente elegido libremente al siguiente”. Parecía una frase superflua, hasta baladí: total, la sucesión presidencial había ocurrido regularmente durante más de doscientos años. Nada nuevo aquí.

Avancemos cuatro años, al discurso inaugural del presidente Joe Biden hace un par de semanas, en el cual expresó: “Este es un momento de prueba. Nos enfrentamos a un ataque a nuestra democracia y a la verdad”. Increíble cambio, en tan poco tiempo y en un país con tradiciones democráticas tan consolidadas.

No era para menos. Días antes, habíamos visto con asombro y morbosa fascinación como una turba radicalizada y enardecida tomaba por asalto la sede del congreso de los Estados Unidos en momentos que se votaba la ratificación de los resultados de la elección presidencial a favor de la dupla Biden–Harris.

Es evidente que la democracia no se cuida sola. Arteros oportunistas acechan permanentemente, buscando cualquier fisura en la estructura institucional para instalarse en el poder, o, habiendo sido democráticamente electos, maniobrar para desquiciar las instituciones responsables de mantener el orden democrático. Es así como llegamos a las democracias iliberales, en las cuales remedos de elecciones encubren tóxicas combinaciones de populismo, demagogia y despotismo.

Instituciones que estudian la evolución de la democracia en el mundo, como la Fundación Freedom House, reportan un sostenido retroceso democrático en las últimas dos décadas, con su consiguiente erosión de las libertades y los derechos individuales.También, encuestas indican que una creciente proporción de la población, en muchos países, no cree que la democracia es la mejor forma de gobierno.

En algunos casos, esta tendencia puede atribuirse a un electorado con bajo nivel de formación cívica, encandilado por las promesas de líderes inescrupulosos vendiendo los espejitos de la eficacia de un autoritarismo benévolo. Pero también en países con poblaciones educadas y gobernantes con auténtica vocación democrática se ha visto un auge de movimientos extremistas, como el reciente caso de los Estados Unidos.

Viendo las imágenes de los asaltantes del congreso norteamericano, o de las violentas manifestaciones neonazis en Europa, es evidente que no son harapientos desposeídos, sino integrantes de la clase media. Es una clase media que ha visto con creciente frustración como el extraordinario crecimiento económico de los últimos veinte años ha multiplicado las fortunas de empresarios, financistas y especuladores de bolsa, mientras su situación económica ha permanecido estancada. No sienten que la democracia les haya beneficiado.

Para evitar el deterioro democrático en nuestro país es necesaria, pero no suficiente, una permanente vigilancia ciudadana para levantar la voz de alarma ante los pérfidos ardides de aventureros falaces y ambiciosos de poder. También recae una gran responsabilidad en gobernantes democráticamente electos, de cuidar que los dividendos del crecimiento económico se distribuyan de una manera más equitativa. El contrato social que sostiene a nuestra democracia debe favorecer a todas las partes en ella.

Biden también dijo: “Hemos aprendido que la democracia es preciada. La democracia es frágil. Y en este momento, amigos míos, la democracia ha prevalecido”.  Así es también en nuestro país. Nos corresponde a todos, ciudadanos y gobernantes, cuidar y proteger nuestra joven y frágil democracia.

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