Las duras lecciones para aprender


Publicado en: Ultima Hora
Publicado el: 02-01-24
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El 2023  ha  llegado a su fin, y como siempre sucede en el lapso del año ido y del nuevo que se inicia, nos ponemos a reflexionar  sobre las posibilidades  de dar vuelta la página y rezando porque los  aspectos más negativos  del tiempo que acaba de pasar  se vayan con él.

Pero este ciclo que se acaba, para hacerle justicia, no fue por sí solo responsable de los momentos de angustia y frustración que nos trajo. En términos económicos, por ejemplo, el 2022 cerró con un crecimiento del 0,1%, y es un número, tan abstracto en apariencia, conjugado con el escenario de cambio de liderazgo en el Palacio de López y el semi vacío de poder que suele acompañar el periodo de transición que se hizo sentir en la vida cotidiana de muchos paraguayos.

Políticamente, fue un año atípico. Las elecciones parecían inciertas, y el ensañamiento entre las facciones internas del Partido Colorado y las señales provenientes del exterior dominaron la campaña electoral presidencial. La balanza parecía indecisa, y muy pocos pronosticaron la tremenda victoria de la ANR, que se impuso como nunca desde la Constitución de 1992.

Por primera vez hubo fuertes y virulentas protestas en las calles, cuestionando la integridad de nuestras elecciones. El Tribunal Superior de Justicia Electoral se había ganado la reputación de organizar comicios limpios, mostrando datos con precisión y celeridad, pero desde el sorpresivo tercer frente liderado por Paraguayo Cubas, muchos salieron a denunciar un fraude del cual no tenían, ni existía en realidad, evidencia alguna.

Esas elecciones depositaron la confianza de un importante número de paraguayos en Santiago Peña, quien en sus primeros meses realizó,  en el marco de un Congreso dominado por su partido, significativas reformas estructurales de los órganos gubernamentales que regulan nuestra economía, que tal vez auguran tiempos mejores para el Paraguay.

El presidente Peña también intentó avanzar con otras reformas controversiales, como la creación de una Superintendencia de Cajas Jubilatorias, entidades que, al no estar sujetas a un control externo apropiado, han protagonizado múltiples escándalos en las últimas décadas.

La idea de fondo podría ser apropiada y beneficiosa. Sin embargo, el Gobierno no supo construir un consenso en la ciudadanía, y la comunicación oficial no llegó con precisión y eficacia a los sectores a los que debía llegar para revestirse de la necesaria legitimidad.

En ese contexto, justamente, arrancamos el último mes del año; en la festividad religiosa más paraguaya de todas, la de la Vírgen de Caacupé, la Iglesia se pronunció en contra de la ley.

El proyecto fue aprobado por la abrumadora mayoría propia con la que cuenta el partido oficialista en ambas cámaras del Congreso, y en el abono del vacío comunicacional, creció la discordia.

Estos primeros meses de gestión de Santiago Peña consiguió sostener el repunte de la economía, llegando a una proyección de un 4,5% de crecimiento del PIB en 2023 y dejaron muchos aprendizajes que, sí son aprovechados, pueden contribuir de forma notable al desarrollo del Paraguay en los próximos cuatro años y medio.


Peña ha comprobado que puede conseguir importantes reformas, absolutamente necesarias para la planificación y crecimiento del país. Tiene los números en el Congreso. Su imagen personal no causa rechazo. Es joven y tiene una sólida formación y mucha experiencia, y aparentemente, más allá de las controversias sobre quién tiene el poder real, cuenta con el respaldo político del Partido Colorado.

Si el Presidente se permite aprender de los errores de sus primeros meses, y construye un consenso en múltiples estratos sociales para sus próximas reformas u otras iniciativas, podrá cerrar un exitoso y tal vez histórico gobierno.

Si decide apoyarse en la fuerza bruta de la aplanadora colorada en el Congreso, las fricciones que han ido emergiendo en los últimos meses pueden ir empeorando, y las frustraciones contra los métodos del Partido que lo respalda pueden crecer al punto que la sorpresa que dio Payo Cubas en 2023 se repita, pero a la argentina, en 2028, con un candidato que sepa consolidar e instrumentar un hartazgo generalizado. Pero es de esperar que ello no suceda en nuestro país mediante una gestión gubernamental que logre superar los atávicos problemas. Y  en bienestar  de todos.

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