Por Laura Ramos, socia del Club de Ejecutivos.
En esta época del año es costumbre realizar análisis de cierre, evaluaciones así como también planificaciones para el próximo ciclo que nos toca. Este momento es ideal para poder rever las decisiones adoptadas y cuáles de estas no fueron lo suficientemente acertadas para dar un giro al timón de mando y hacer los ajustes necesarios.
Esta práctica es, de hecho, muy común en el ámbito empresarial, ya que de otra manera los números nos podrán jugar una mala pasada pudiéndose convertir en rojos. Esto mismo debería ocurrir en el sector público, aunque por lo que vemos en los reportes de los medios de prensa, sus ciclos tienen distintos tiempos. Los ciclos del sector público parecieran que viven en virtud del ciclo electoral y la principal, por no decir la única evaluación final, es si logró ser electo. Todas las decisiones tomadas en el último tiempo son en base a la época electoral y cómo estas influenciarán en los comicios.
Teniendo como base de decisión las elecciones, nos lleva como sociedad a estar atados a un vaivén de decisiones políticas, donde a veces no tienen mucho sentido. Varias decisiones están basadas en congraciarse con un grupo de votantes, los cuales están pendientes de aumentos salariales o dádivas injustificadas.
Lastimosamente el sector privado debe salir desesperado a tratar de evitar dichos aumentos, que se sumarán a la ya pesada estructura estatal. Cuando estos desajustes se tratan en el Congreso, el sector privado intenta ejercer presión y muchas veces lo logra plantando su postura como sector productivo y fuente de ingresos del sector público. Cuando estos descalabros se dan en gobernaciones o municipios, ya el ámbito de influencia del sector privado es menor. Y la mayoría de las veces se consumen los hechos sin dar una posibilidad de pelea.
Debemos poder revertir como sociedad el proceso de toma de decisiones del sector público, donde los incentivos de los destinos de los fondos públicos no son, en muchos casos, los intereses genuinos de mejora continua de los servicios públicos, ni el mejoramiento del gasto, sino muy por el contrario siguen endeudando al país y, de ese modo, convirtiendo a los gastos corrientes en sus principales cuentas a mantener.
En un mundo globalizado donde la tecnología permite evaluar con rapidez la eficiencia y eficacia de los procesos es difícil seguir imaginándonos una administración pública arcaica donde se mantiene en vilo al ciudadano con un servicio público de muy baja calidad en merced de mantener el modus operandi de siempre. El sector privado organizado debe lograr comprometer a las nuevas generaciones a cambiar este círculo vicioso de endeudamiento y de crecimiento desmedido de la estructura pública por un estado más ágil, liviano y más enfocado en el servicio que en el servirse.
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