Momentos de graves tensiones


Publicado en: Ultima Hora
Publicado el: 22-04-24
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Por Katy Guillén, socia del Club de Ejecutivos 

Los misiles de Irán rasgaron la noche del sábado el cielo israelí en una macabra lluvia de fuego. En instantes, el brillo de los proyectiles se extendió por las ondas electromagnéticas de Internet y la televisión por cable. “Efectivamente, la tercera guerra mundial está en curso”, anunciaba un “experto” en el canal norteamericano Newsmax.

Irán señaló que, tras el ataque, consideraba las cuentas saldadas por el bombardeo de su consulado en Damasco, que Teherán atribuyó a Tel Aviv. Al día siguiente, Israel informó que su avanzado sistema de defensa había logrado interceptar el 99% de los cerca de 320 proyectiles, entre drones, misiles balísticos y misiles crucero.

El día jueves, Israel respondió con un bombardeo, y para el viernes, Irán adelantó que no planea represalias.

Y así, en medio de estas tensiones acabó la semana que arrancó con otra tercera guerra mundial.

Mientras los sistemas de defensa de ambos países fueron capaces de derribar avanzados proyectiles balísticos, en Internet y algunos medios de comunicación la situación es magnificada y distorsionada, potenciando y amplificando el miedo a un conflicto bélico global a gran escala que podría llegar a enfrentar a potencias nucleares por primera vez en la historia de la humanidad.

Entre el inhumano ataque de Hamás a Israel y la controversial avanzada en Gaza, el tercer año de guerra ruso-ucraniana y otros focos de potencial conflicto en el Este, el mundo pospandemia está plagado de una incertidumbre cuya sombra es agrandada desmedidamente a lo largo de las redes sociales.

Este escenario plantea algunas preguntas: ¿hasta qué punto nos comunicamos con efectividad? ¿Somos receptivos a la realidad, o vivimos aislados en una burbuja ideológica, donde nuestros miedos o nuestro pensamiento mágico distorsionan nuestra forma de pensar, llevándonos hacia decisiones que luego lamentamos?

A nivel local, el mismo fenómeno pudo apreciarse cuando, desde el Poder Legislativo, algunos actores optaron por desestimar, minimizar y denostar las protestas estudiantiles nacidas desde la Universidad Nacional de Asunción, quienes buscan que se garantice la financiación del arancel cero para el acceso a la educación pública universitaria.

Pese a que los trataron de “akané” (tontos) y señalaron que eran sólo un puñado de manifestantes, los estudiantes universitarios se hicieron oír a lo largo del país, con una concentración de miles de ellos en Asunción, apoyada por otras en Encarnación, Ciudad del Este, Villarrica, Concepción, Caaguazú, Pedro Juan Caballero y Canindeyú.

La señal es clara. Pero para que la comunicación se produzca con éxito, debe haber receptividad.

Un proyecto que apunta a acabar con el hambre de cientos de miles de niños, niñas y adolescentes en Paraguay podría ser un baluarte de unidad para todos, algo vital en estos tiempos cada vez más polarizados. Pero sin un diálogo honesto y fluido, capaz de asumir negociaciones con los múltiples sectores de la sociedad que son afectados por esta iniciativa, acompañado de acciones que demuestren un compromiso con las necesidades reales de estos sectores, la mejor de las iniciativas puede terminar profundizando las divisiones.

Y así como el aislamiento informativo en redes y medios ha convencido a más de uno, esta semana, que nos encontrábamos de nuevo en una guerra mundial 79 años después de la segunda, el eco de quienes tienen las mismas ideas en su burbuja puede dar a otros la falsa ilusión de que son los buenos en esta película y que, por ende, no necesitan dar explicaciones ni dialogar con los demás.

Vivimos un proceso democrático, y ello implica dialogar y construir incluso con quienes tienen ideas completamente contrarias a las nuestras. Porque, por más de que un sector tenga una mayoría coyuntural en las instituciones estatales, en democracia las mayorías no son eternas y las soluciones instantáneas y universales no existen. Para ser exitosas, las políticas públicas deben ser construidas a través de una comunicación abierta y fluida, generando consenso y apoyo en la población.

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