Por Laura Ramos, socia del Club de Ejecutivos.
Hoy estamos atravesando una de las mayores crisis globales de los últimos tiempos. La incertidumbre que nos rodea nos deja paralizados. No nos permite tomar decisiones o tomamos la decisión de no hacer nada. Cuando uno no puede proyectar económicamente su negocio, difícilmente pueda armar un plan de ventas, de compras de insumos o mercaderías, ya que está a ciegas de cómo se comportará la oferta y demanda en los próximos meses.
Hace un tiempo era muy común proyectarse en corto, mediano y largo plazo, y se llegaban a medir los márgenes de error de estos. Hoy difícilmente alguien tenga un bajo margen de error ya que no contamos con los datos de cómo se comportará esta pandemia que nos azota a todos.
A inicios de este año pensábamos que era un año perdido, pero que luego todo sería mejor y tendríamos un panorama más claro. Hoy observamos que en otras regiones del mundo van por la segunda y tercera ola de este virus. Y por aquí en nuestra región seguimos desesperados por acceder a las vacunas lo más pronto posible. Esta carrera por atenuar el avance brutal de este Covid-19 nos deja atónitos ya que ignoramos la forma en que terminará la película de terror que estamos viviendo. Países con cierres de frontera, otros con mercados totalmente paralizados y otros donde la gente muere sin poder ser atendidos.
Dentro de nuestra sociedad podemos ver dos grupos marcados: uno por los privados y otro por los organismos públicos. Si analizamos ambos vemos que se mueven en mundos paralelos. Los primeros deben ser ágiles y flexibles para estar listos ante cualquier eventualidad a fin de poder perpetuarse en el tiempo. El segundo, cuenta cada vez con una estructura más grande, que lo hace lento y pesado, y sin ninguna posibilidad de hacer cambios profundos a la vista. Esto se ve en forma cotidiana, por ejemplo, en los últimos días en algunos sectores públicos donde no solo hay una desconexión con la realidad ciudadana sino que creen justificados realizar aumentos salariales y seguir tranquilamente con el derroche de los impuestos que se recaudan.
Por otra parte el privado, que está realizando todo su esfuerzo por mantener los puestos de trabajo, seguir ofreciendo su producto o servicio y cumplir con todas las disposiciones laborales de cuadrillas y demás exigencias, debe ser un atleta en su mejor estado físico para continuar la carrera llena de obstáculos. Por lo tanto, tiene todas las exigencias, cero visibilidad de futuro y debe hacer malabarismos para no entrar en quiebra.
Debemos, urgentemente, trabajar en conjunto. Poner la misma vara de exigencias en ambos lados del mostrador. No se puede tener en vilo a la ciudadanía sin la previsibilidad de cómo serán los planes estatales de mejora continua para ser más eficientes en el gasto público, en las inversiones necesarias. Y, por sobre todo, ver por fin que los que se alejen de la ley y las normas sientan las consecuencias con un debido proceso. Urgen los cambios, no podemos vivir en mundos paralelos y pretender que los privados sigan sosteniendo un Estado con sobrepeso y obsoleto.
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