Por Matias Ordeix, socio del Club de Ejecutivos
Aún recuerdo la presentación de Andy Freire, de visita al Paraguay hace ya unos 15 años. Un joven exitoso, cuya pasión por emprender se olfateaba en su sangre. Posteriormente decidí comprar su libro, y como muchos emprendedores-empresarios no solo nos vimos reflejados en gran parte de su relato, sino que aprendimos mucho de sus experiencias y conceptos.
Emprender no es sencillo, y no es para todos. Tenemos amigos ejecutivos, que eran excelentes CEOs de empresa, pero al momento de emprender no tuvieron fortuna en su elección. Andy comentaba en su libro que, si bien el emprendedor puede forjarse, prepararse y ser mejor, en su ADN debe estar esa pasión y energía, que no a todos les aflora.
Paraguay es un país de oportunidades, también para los emprendedores. Sin embargo, lastimosamente no tenemos del Estado ni siquiera las herramientas mínimas para facilitar el crecimiento. La burocracia estatal está aplazada ante aquellos soñadores que no solo arman el proyecto, sienten la energía y van adelante, porque encuentran en el pobre Estado una traba más a su intención de emprender.
A pesar de ello, muchos salen adelante. Porque el emprendedor es un luchador, aguerrido, no vacila fácilmente ante una tormenta externa. Freire esbozaba alguna de las características de los emprendedores como: a) buscan el crecimiento e independencia; b) aman aprender y el dinero es un premio solamente; c) disfrutan el camino, no tanto el destino; d) trabajan en equipo y comparten el éxito con su gente; e) son determinados; f) contagian optimismo; y, g) son protagonistas y responsables de su propio éxito o fracaso.
No todos los empresarios son emprendedores, ni tampoco todos los emprendedores se transforman en empresarios. El empresario busca principalmente hacer un negocio rentable como primera premisa, pero el emprendedor busca llevar adelante un proyecto, y el resultado sería el lucro.
Paraguay es cuna de miles de emprendedores, pequeños comerciantes, que desde un copetín vendiendo empanadas están ya emprendiendo sus pequeños negocios. Debemos, estamos obligados diría --quienes hemos atravesado ya la curva del aprendizaje, con tropiezos y éxitos-- motivar a estos jóvenes en sus sueños. Tenemos un deber como personas de bien, a quienes la dicha nos ha permitido estar hoy a cargo de grandes emprendimientos y/o empresas, generar oportunidades a aquellos que las están remando. Son muchos los microempresarios que necesitan una mano para crecer, y lamentablemente estos luchadores son huérfanos del papá Estado, y cualquier empujón podría cambiar sus vidas.
Un país se construye entre todos. Debemos ser apasionados con nuestra patria y soñar realmente con un mejor Paraguay. Pero debemos actuar, remangarnos, entrar al área política, gremial o social. No podemos esperar más de nuestro papá ausente, seamos mamá, familia y todo lo que precisan los más pequeños. Procuremos enseñarles realmente a pescar, convertirnos en guías ad honorem de miles de soñadores y que florezcan en esta fértil tierra.
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