Por Gabriela Teasdale, socia del Club de Ejecutivos.
En los próximos quince días, Paraguay será sede de un evento que lo pondrá en la mira del continente y hasta del mundo. Los Juegos Suramericanos congregarán a unos 4.500 atletas de 15 países que competirán en diferentes modalidades deportivas, muchas de ellas prácticamente desconocidas para nosotros. Es una ocasión única para mostrarnos como país, para demostrar que somos capaces de unirnos en torno a algo tan valioso y relevante como el deporte.
Las reservas en los hoteles están agotadas por primera vez, lo que constituye un estímulo para el sector de los servicios, tan golpeado los últimos años por la pandemia de covid-19. Porque a la par también trabajarán a tope los restaurantes, comercios, las telecomunicaciones y la logística en general, no solo en Asunción sino también en localidades como Encarnación y Ciudad del Este, que serán sedes de cuatro disciplinas en la competencia. Pero lamentablemente los medios de comunicación no nos han hecho partícipes de una realidadd triste: plazas abandonadas, basura en las calles, amenazas de protestas y mucha improvisación en la puesta a punto de la infraestructura que albergará uno de los eventos más importantes para el deporte en la región.
Debemos ser conscientes de que esta es una oportunidad que pocas veces tendremos. Y las falencias, la negligencia y la falta de trabajo en equipo pueden pasarnos factura por la imagen que muestre el país. Las políticas públicas relacionadas con el deporte y el ámbito recreativo han dejado mucho que desear a lo largo de los años en Paraguay. ¿Cuántas veces hemos escuchado a nuestros atletas quejarse porque deben hacer todo a pulmón, sin apoyo de los organismos estatales y salir a competir sin los medios y la preparación adecuada? Esta es una coyuntura para reivindicarnos.
Creo que todos deberíamos tomar este desafío como propio, apoyando a nuestros atletas, a los voluntarios, interesándonos en el evento, pensando en qué podemos aportar desde el lugar donde estamos para que esta sea una fiesta memorable. Todos y especialmente nuestros líderes.
Porque liderar no es preparar la cancha para perpetuarse en el poder, no es medir fuerzas para impulsar cambios que beneficien solo a los grupos con opciones de seguir gobernando. Liderar es privilegiar estas oportunidades que abrirán nuevas puertas para otras actividades, tanto o más valiosas que esta competencia. Liderar es pensar en grande, poner al país primero, trabajar sin descanso para demostrar que una nación, que puede ser considerada pequeña al lado de nuestros gigantes vecinos, es capaz de mostrar su mejor cara. Es ponerse la camiseta y salir a darlo todo. Ojalá nuestras autoridades lo entiendan y en dos semanas, cuando todo esto acabe, podamos celebrar con la satisfacción del deber cumplido.
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