Por Katy Guillen, socia del Club de Ejecutivos.
Una buena lección sobre los peligros de sumergirse en proyectos populistas y personalistas
Donald Trump es el primer presidente de la historia de los Estados Unidos en ser sometido a dos juicios políticos. También es el primero en ser removido de las principales redes sociales del mundo, tras el intento de insurrección del 6 de enero que dejó 5 muertos tras un asalto al Congreso. ¿Qué puede aprender Paraguay de la experiencia de la principal Potencia de nuestro hemisferio?
El futuro ex presidente Trump es un claro maestro de la comunicación. Más allá de juzgar la utilización que hizo de ella, es evidente que el magnate supo leer los sentimientos de un gran porcentaje de sus compatriotas y tomar su bandera para movilizarlos, lo que le otorgó un poder pocas veces alcanzado en el seno de las dos grandes agrupaciones políticas de los EEUU.
La enorme fortaleza comunicacional de Trump encontró su entorno perfecto en Twitter, donde alcanzó una maestría absoluta, que le permitió mantener cautiva la voluntad del establishment republicano al punto que un tweet suyo tenía el poder de acabar con la carrera de un senador, capitalizando la capacidad de movilización de sus bases.
Tenía, porque tras el asalto del Capitolio, su arma predilecta le fue arrebatada: en un acto sin precedentes, Twitter decidió suspender permanentemente su cuenta. Facebook le siguió.
Su conexión con grandes corporaciones y el mundo de los millonarios y billonarios estadounidenses también se vio duramente resentida. Entre su derrota electoral y su derrota moral tras el asalto al Congreso, las grandes compañías estadounidenses han ido retirando apoyo financiero a su movimiento; y seguiría, políticamente, un cambio de postura del líder de la bancada republicana en el Senado, Mitch Mconnel.
La colisión del mundo que Trump esbozó en Twitter colisionó con la realidad. Y la realidad está empezando a imponerse.
En Paraguay, no se perciben aún liderazgos particularmente fuertes a través de la construcción y capitalización de una comunicación efectiva, sino más bien a través de la construcción de acuerdos políticos. El caso Trump puede ser una buena lección sobre los peligros de sumergirse demasiado en la narrativa de proyectos populistas y personalistas.
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